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LA DÉZIMA MUSA | CRÍTICA

Amor, agravio y mujer

Núñez, Villalba y Marina.

Núñez, Villalba y Marina. / ACTIDEA

No siempre los tópicos funcionan, no siempre sirven para explicar ciertas realidades históricas. Y a menudo su abuso, el de los preconceptos, llevan a conclusiones erróneas y a retorcer la realidad. Es lo que sucede con la imagen de las mujeres creadoras, sea la dimensión artística que sea, a lo largo de la historia. El que a menudo hayan tenido que desarrollar su vocación de escritoras, pintoras, escultoras o compositoras en el ámbito doméstico y el que hayan visto cerradas las puertas de las instituciones oficiales no debe servir para extender esa imagen de forma universal. Es el caso de Ana María Caro Mallén de Torres, esclava morisca granadina (que no sevillana, como se dijo en el concierto) prohijada por una familia cristiana, nacida hacia 1591, bautizada a los diez años y que recibió una notable educación, hasta el punto de que pudo desarrollar una notable carrera como escritora. Escritora asentada en Sevilla, reconocida, afamada, alabada y bien pagada, en función de lo que los documentos atestiguan y que falleció en 1646 (que no 1649: la investigación de Juana Escabias así lo demostró hace ya diez años) víctima posiblemente de la epidemia de peste que abrió el Ocaso de Sevilla, en palabras de Domínguez Ortiz.

No sirve, por tanto, acudir a los lamentos por la incomprensión hacia las mujeres y a los obstáculos para su creatividad. Flaco homenaje el que se le hizo con este concierto, en que la mitad del programa lo formaban piezas compuestas por Villalba y la otra mitad por obras siglo y medio anteriores a la homenajeada o populares que no van más allá del siglo XIX. Poner sobre el tapete en plano de igualdad piezas del cancionero de Palacio y el Vito, por ejemplo, sin cantar nada de la época de Caro Mallén, supone tomar a la escritora como mero pretexto. Pretexto, además, para llevar todas esas músicas al terreno crossover del aflamencamiento, con ayeos, caracoleos y melismas sin sentido de estilo, cuando no convirtiendo en coplas andaluzas refinadas canciones cortesanas de los tiempos de los Reyes Católicos. La décima musa sevillana no lo habría entendido ni agradecido. Una pena, porque se trata de tres muy buenos intérpretes, de contrastada valía y bien conocidos en este ciclo bajo diversos conjuntos, que conocen muy bien el reperorio histórico, pero que en esta ocasión se han dejado llevar por las tentaciones de las (con)fusiones.

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