Afectos y efectos de Bach
Mercero & Sebastián | Crítica
La ficha
Mercero & Sebastián
**** Música Antigua. Andoni Mercero, violín barroco; Alfonso Sebastián, clave.
Programa:
Johann Sebastian Bach (1685-1750)
Sonata para violín y clave nº2 en la mayor BWV 1015
Sonata para violín y bajo continuo en mi menor BWV 1023
Trío sonata nº1 en mi bemol mayor BWV 525
Sonata para violín y clave nº4 en do menor BWV 1017
Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes, 11 de febrero. Aforo: Media entrada.
En la música de Bach hay siempre una historia que va más allá de la letra, da igual que las obras sean instrumentales. Los intérpretes pueden optar por profundizar en ese lenguaje retórico de afectos o por volcarse en exhibir la belleza del sonido y las posibilidades ornamentales que, por supuesto, también permiten la música. Combinar ambas cosas no es fácil, y aunque Mercero y Sebastián estuvieron más cerca de lo primero, es decir, de la retórica, no faltaron momentos en su recital en los que el adorno también jugó su papel.
Ello resultó muy evidente en una obra que se presta especialmente a ello, la Sonata BWV 1023, con ese breve primer movimiento escrito en stylus phantasticus, el estilo de las tocatas tempranas de Bach. Fue extraordinario apreciar el juego virtuosístico con los sutiles y raudos arabescos de un Mercero que en la primera pieza del programa se había mostrado contenido, discreto, incluso un punto adusto, respetando el equilibrio entre las tres partes de esa Sonata en trío que es la BWV 1015 (como sus cinco compañeras de colección). El arco relajado desde el principio y el sonido sin apenas vibrato ayudaron a crear una soberbia transparencia de texturas. Las manos ágiles de Sebastián, su control del ritmo (ese soberbio ostinato en la izquierda en el sugerente Andante), hicieron el resto, y la obra se cerró con una apreciable levedad y ligereza, como si nada pesara.
Distinta tuvo que ser necesariamente la gran Sonata en do menor, la BWV 1017, mucho más densa contrapuntísticamente (las imitaciones del segundo movimiento desafían al más resuelto de los intérpretes) y que arranca con una Siciliana que simula un hondísimo lamento. En el juego retórico de los afectos la sucesión de movimientos resultó cristalina: sincero dolor, rabia intensa, humilde elegancia, contenida alegría. Antes, en el arreglo de la BWV 525 dominó el brillo, con un Adagio otra vez en tono de lamento, pero que quedó acaso demasiado rígido rítmicamente.
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