Andrés Marín | Crítica

Cuando el cuerpo se impone

Andrés Marín presentó su última propuesta en el Lope de Vega.

Andrés Marín presentó su última propuesta en el Lope de Vega. / José Ángel García

Esta propuesta fue un encargo del Museo Picasso de París, una Carta Blanca a Andrés Marín, que era el título original de la misma que, según el bailaor, "ha ido transformándose y adquiriendo diferentes texturas hasta alcanzar otra magnitud". El espectáculo pone sobre las tablas una tensión. Una lucha, entre la mente y el cuerpo. Una búsqueda.

Cuando nos sentimos incompletos luchamos, con nosotros mismos, por cerrar ese círculo que percibimos como inacabado. Pero cuando el cuerpo se impone, cesan las ideas, cesa la lucha, todo fluye, y ahí surge la serenidad de sabernos justo en el sitio en el que queremos estar. El espectáculo es una ensalada, cabe de todo: soleares y el Preludio a la siesta de un fauno, seguiriyas y sombreros, la caña y tonás del campo, las máscaras, muchas, los cencerros que le sugerimos hace ya mucho tiempo, en El cielo de tu boca, el huapango por zambra, etc.

Marín lleva años instalado en la vanguardia. No en la primera línea de lucha sino en la estética que lleva cien años dominando las artes occidentales. El flamenco, afortunadamente, es una excepción, como evidencia esta propuesta donde se cantan melodías y letras de hace 50, 100 años, con toda naturalidad. El flamenco "se lo merece todo el mundo", como decía el clásico, y en el conviven con toda naturalidad, a veces en el mismo intérprete, las estéticas más diferentes.

Quizá el guiño a Debussy venga de ahí, quién sabe. O ¿a quién la importa?

Me intereso cuando el intérprete, centrado, se instala en el lugar que domina, que le es familiar, en el sentido más estricto de la palabra.

Lo demás es un batiburrillo que no conduce a nada, el reino de la prisa, que nos deja a mitad de camino hacia ningún sitio. El bailaor siempre supo rodearse de grandes músicos. Fabuloso Salvador Gutiérrez en la farruca, clásico y enjundioso, en donde introduce unas modulaciones a menor deliciosas.

Fabulosa La Tremendita por caña, íntima y poderosa. Estupendo Segundo Falcón en la seguiriya.

Marín les da la réplica con la complicidad de los que llevan muchas horas de vuelo juntos y con un repertorio de pasos que nos resultan familiares a todos los aficionados al baile flamenco. "Todo cambia en este mundo, menos la vanguardia", como dijo el otro clásico.

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