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Cultura

Armonías de consuelo ante el final

Programa: 'Requiem', de M. Duruflé y 'Lux aeterna', de M. Lauridsen. Soprano: María Ogueta. Viola: Pablo Travé. Órgano: Chano Robles. Dirección: Santiago Lusardi. Lugar: Iglesia de San Alberto. Fecha: Viernes, 15 de mayo. Aforo: Dos tercios.

Hay músicos que abordan la experiencia del límite final de la existencia desde el temblor (quantus tremor est futurus) y la angustia ante el dies illa tremenda, el momento irremediable de sumirse en la nada. Otros, en cambio, parecen contemplar la cita con el ocaso con la misma disposición con que se saborean las últimas luces de un atardecer de finales de verano, recreándose con serenidad en esos incomparables fulgures finales del día, trasunto de la vida.

Tanto Maurice Duruflé como Morten Lauridsen hacen de los sonidos un último consuelo, una mirada postrera hacia el paisaje de la vida que se acaba, sin miedos, sin interrogantes; con la certeza de haber vivido, de haber amado, de haber hecho de los días una esperanza.

Santiago Lusardi incidió, con especial atención en la música de Duruflé, en ese matiz de contemplación serena, forzando quizá en algunos pasajes unas agógicas demasiado lentas, como fue el caso de Lux aeterna. Es el único reparo que como director creo se le puede hacer, porque sólo cabe alabarle la capacidad de establecer un tejido polifónico muy claro y transparente y la minuciosidad en el fraseo y en la articulación, con momentos de delicadeza exquisita, como el O nata lux de Lauridsen, coronado con unos pianissimi estremecedores.

El coro evidencia un cierto desequilibrio entre secciones derivado de la carencia en voces graves y en algunos pasajes los ataques iniciales sonaron faltos de empaste y definición. Pero en general su sonido es muy compacto y se somete con precisión a regulaciones y acentos. Muy bien organista y solista de viola.

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