ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

El calor de la familia Bach

La OBS se divierte.

La OBS se divierte. / Luis Ollero

Señor Alcalde: es bien conocida su afición y su apoyo hacia la música, lo cual le honra y le distingue respecto a anteriores regidores. Por ello me dirijo a usted para urgirle a la más que necesaria reforma del ICAS, de manera que puedan resolverse con agilidad cuestiones tan básicas como la de la climatización del Espacio Turina. La maraña administrativa del ayuntamineto hace prácticamente imposible solucionar una cuestión tan candente (nunca mejor dicho), porque no es de recibo que músicos y público tengan que sufrir las elevadas temperaturas que se están sufriendo en los conciertos de estos días, muy por encima de lo que marca la legislación sobre Seguridad e Higiene en el Trabajo.

El propio Bernardini sufrió en algún momento las consecuencias de la alta temperatura y humedad sobre su instrumento, con algún sonido poco ortodoxo derivado de ello. De todas formas, fue un concierto formidable en el que la OBS, en formación nutrida, volvió a recrearse en un sonido denso, rico y brillante, capaz de someterse a matizaciones y cambios de color, a la vez que a seguir las inflexiones dinámicas y agógicas del director, especialmente relevantes en los aires de danza de la suite de Telemann, todo un muestrario de acentuaciones y de buen gusto en el fraseo y la articulación. Todo un espectáculo fue ver la precisión de entradas y finales, clavados de manera milimétrica. Bernardini padre impuso, junto a los otros dos soberbios oboes (Jacobo Díaz y Miriam Jorde) y al fagot de seductor sonido de Alberto Grazzi, un color especial, remachado por el espectacular continuo habitual de la OBS (Casal, Rico y Ruiz). El virtuosismo del padre, puestro de manifiesto en el concierto de Carl Philip Emanuel Bach (todo un dechado de juegos con el color) fue secundado por el de su hija en una muy bella versión, bien articulada y ágil del concierto de Bach padre. Todos parecían divertirse bastante a pesar del calor y lo demostraron con una divertida propina, un Hornpipe de Telemann en el que todos imitaron a achispados marineros ingleses.

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