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Balletto di Siena | Crítica de Danza

El cine de Fellini en danza

Una imagen del homenaje a Fellini puesto en escena por el Balleto di Siena.

Una imagen del homenaje a Fellini puesto en escena por el Balleto di Siena. / M.G.

La cultura, servicio de primera necesidad, aunque algunos no quieran admitirlo, sigue adelante gracias al cielo y, sobre todo, al esfuerzo y a la ilusión de todo el sector.

Así el pasado lunes, con todas las medidas de seguridad necesarias, el escenario del Teatro de la Maestranza volvió a llenarse de danza con la presencia de un ballet joven y ecléctico que llegaba, después de varios meses de obligada inactividad, desde la hermosa ciudad italiana de Siena.

A pesar de la gran formación clásica de la decena de bailarines que ha logrado llegar a Sevilla (muchos de sus técnicos tuvieron que quedarse en Italia a causa de la Covid), el Balletto di Siena no nos traía ninguno de los grandes títulos del repertorio clásico, sino un homenaje, muy especial y muy merecido, que su director Marco Batti ha querido dedicarle al genial director de cine Federico Fellini con motivo del centenario de su nacimiento.

Una original propuesta que encantó literalmente a la parte más madura del público, formada cinematográficamente gracias a esos grandes y rompedores cineastas italianos y a esos entrañables personajes que muy pronto pasaron a formar parte de nuestra iconografía personal.

La compañía de Marco Batti en su homenaje al director de Rimini. La compañía de Marco Batti en su homenaje al director de Rimini.

La compañía de Marco Batti en su homenaje al director de Rimini.

La tierna Gelsomina –que fuera interpretada, al igual que la protagonista de Giulietta de los espíritus, por la esposa de Fellini, Giulietta Massina- que nos hizo llorar en La Strada, acompañada de Zampanò y del Matto, la espectacular Gradisca vestida de rojo de Amarcord, los jóvenes calaveras de I vitelloni, el Marcello (Mastroianni) de La dolce vita… y muchos otros, rememoraron algunos fragmentos de las películas que los encierran, sostenidos por la vivacidad y la enigmática vibración, no ya de la cámara del director –encarnado por el estupendo bailarín Filippo del Sal- sino de la música.

Era la música inolvidable de Nino Rota (que también puso notas a Romeo y Julieta de Zeffirelli o a la célebre El Padrino) y las composiciones llenas de sensibilidad de Nicola Piovani, autor además de una pieza titulada Balletto Fellini.

En la segunda parte incluso se escenifican fragmentos sonoros originales de La strada o de La dolce vita, como aquella mítica frase: “Marcello, come here” , de Anita Ekberg en la Fontana de Trevi.

Los más jóvenes, o aquellos que ni siquiera han oído hablar de la exuberante estanquera de Amarcord, se quedaron con el trabajo de unos magníficos bailarines de técnica clásica y una gran expresividad en sus papeles de carácter.

Una pieza, tal vez sin una dramaturgia clara, pero a la que Marco Batti, su coreógrafo, ha logrado insuflarle gran parte del juego, de aquel poder de sugestión que poseía el genio de la cámara, nacido en Rimini en 1920.

Magníficos los hombres en sus saltos y sus giros y las mujeres en el uso dinámico de sus puntas, especialmente Elena Iannotta (Gelsomina) y Chiara Gagliardo (Gradisca). Y muy logrados también los casi acrobáticos bailes de pareja, así como todo el trabajo coral de Fellini, la dolce vita di Federico.

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