El Bellas Artes de Bilbao suma a su colección un lienzo de Cranach el Viejo
La obra, 'Lucrecia', se compró a un particular madrileño por 1,4 millones con el apoyo del BBVA.
El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha incorporado a su colección, gracias al fondo de adquisiciones favorecido por BBVA y tras un desembolso de 1,4 millones de euros, la obra Lucrecia de Lucas Cranach el Viejo, uno de los pintores señalados de la Historia del Arte y reconocido protagonista, junto con Alberto Durero, del Renacimiento alemán.
La obra, realizada en óleo sobre tabla y con unas dimensiones de 50,8 por 35,8 centímetros, fue pintada en 1534 por el artista alemán, nacido en 1472 y fallecido en 1553. El cuadro procede de una colección particular madrileña y se ha comprado gracias al fondo de adquisiciones que el banco BBVA pone a disposición del museo para la compra de obras de arte.
Este fondo, que desde 2002 permite una gestión estable para el enriquecimiento de la colección del Bellas Artes bilbaíno, ha sido recientemente renovado por un valor de 2,1 millones de euros durante siete años, periodo en el que las instituciones fundadoras del museo (el Ayuntamiento de la ciudad, la Diputación Foral de Vizcaya y el Gobierno autonómico) devolverán el principal, mientras que la entidad financiera, en calidad de patrono de la Fundación Museo de Bellas Artes de Bilbao, se hará cargo de los intereses.
De esta manera, el Museo de Bellas Artes de Bilbao suma este óleo de Lucas Cranach el Viejo al reducido conjunto de obras originales de este autor conservadas en museos españoles: cinco pertenecen al Museo Thyssen-Bornemisza, tres al Museo del Prado, una al Museo Lázaro Galdiano, una al Museo de Bellas Artes de Sevilla y otra al Museo Nacional de Arte de Cataluña. De ellas, tan sólo en La ninfa de la fuente, de la colección Thyssen-Bornemisza, se representa un desnudo femenino, mientras que las demás son temas religiosos, retratos o paisajes.
El cuadro es una obra original autógrafa de Cranach sin intervención de su taller. Recoge un tema profano, que sirve a Cranach como pretexto para pintar uno de los más bellos desnudos de toda su producción. Es uno de los temas predilectos del pintor, del que llegó a ejecutar, solo o con ayuda de su taller, más de 60 versiones.
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