Bill Frisell y su 858 Quartet o la vanguardia gozosa
Jazz en Noviembre. Teatro Central. Músicos: Ron Miles (trompeta), Eyvind Kang (viola), Hank Roberts (violonchelo), Bill Frisell (guitarra eléctrica). Lugar: Teatro Central. Fecha: miércoles 4 de noviembre. Aforo: Lleno.
Bill Frisell dio sus primeros pasos musicales tocando el clarinete, mientras que la guitarra permanecía en segundo plano como "un instrumento con el que sencillamente me divertía". Hasta aquí no hay nada extraordinario. Lo que sí resulta excepcional es la capacidad de llevar la guitarra a nuevas cotas expresivas, de trasponer esos límites que -ya sea por pereza o mercadotecnia- impone la adscripción a un género dado, permanecer a la vanguardia sin perder jamás la sonrisa -o, lo que es lo mismo, la modestia- y, más difícil todavía, sin dejar de divertir a ese público que te escucha y sigue pasmado tu zigzagueante pero coherente trayectoria.
Frisell ha transitado durante treinta años toda suerte de estilos: lo hemos visto campar a sus anchas como un niño despistado con sus juguetes en mitad de una cruenta batalla liderada por John Zorn; disfrutar de un mano a mano con su maestro Jim Hall; tocar bebop un día y acompañar a Elvis Costello el otro; sumergirse en ese inabarcable corpus musical que, de modo necesariamente impreciso, damos en llamar americana... Lo estremecedor es que todo ese repertorio, esas infinitas posibilidades se hagan presentes o permanezcan sensiblemente latentes en una sola noche, que será memorable porque Frisell y los suyos la colmaron con su música. El 858 Quartet nació al amor de unos cuadros de Richter, pero luego desbordó ese proyecto concreto y sigue funcionando, como no podía ser de otro modo viniendo del apacible y honesto Frisell, por pura diversión. Anoche dio un concierto en el que, sin concesiones ni imposturas, en un alarde de mesura y equilibrio y con un manejo ejemplar de los efectos, se recobraban las voces del Medio Oeste norteamericano (así en el medley basado en su disco History, Mystery, que abrió el concierto), de Hank Williams o Lee Konitz (sensacional aquella Subconscious-Lee), en un discurso contemporáneo que, acaso por partir del gozo, nos hizo gozar.
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