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Cantica | Crítica

Insólita becqueriana

Cantica durante su primer concierto de este año en el Alcázar.

Cantica durante su primer concierto de este año en el Alcázar. / Actidea

Entre los conciertos de las Noches del Alcázar programados por el 150 aniversario de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer, este será sin duda el más singular, pues se trata de una especulativa apuesta por la visión que el poeta pudo desarrollar interiormente a partir de la cultura popular a la que tuvo acceso. Y ello se materializó en un acercamiento a músicas tradicionales y de cancioneros antiguos interpretadas con instrumentos de arcaicas sonoridades, guitarras barrocas, zanfoñas, violas, panderos, claves primitivos...

Sara Marina leyó alguna de las más célebres rimas y trazó un relato contextualizador en el que cupo también la glosa resumida de alguna otra, como la nº4, aquella célebre sobre la persistencia de la poesía ("podrá no haber poetas; pero siempre/ habrá poesía"), mientras Emilio Villalba tocaba en una guitarra la melodía de la Cantiga 100 del rey Sabio. Ángeles Núñez cantó con voz natural, clara, limpia, magnífica flexibilidad en el fraseo y sugerentes contrastes en los registros expresivos, entre el lirismo de los romances antiguos o las canciones sefarditas y el aire aflamencado que sacó para las famosas Sevillanas del siglo XVIII o para una bella nana tradicional.

Entre los atractivos del recital estuvo la variedad y singularidad en el color instrumental que Emilio Villalba fue capaz de imprimir con la diversidad de instrumentos que pasaron por sus muy hábiles manos. Por ejemplo, el célebre Zorongo gitano que armonizó Lorca ("La luna es un pozo chico./ Las flores no valen nada./ Lo que valen son tus brazos/ cuando de noche me abrazan") fue acompañado por una zanfoña y un pandero. Pero más extraño resultó el acompañamiento de una protoseguidilla titulada La Macarena y extraída de un libro de danzas de finales del siglo XVIII y principios del XIX que se conserva en la Biblioteca Nacional: la nyckelharpa (instrumento nórdico de resonancias celtas), un clavisimbalum (antepasado medieval del clave) y unas castañuelas.

Todas las recreaciones de estas músicas resultaron muy personales, imaginativas, con vueltas variadas sobre las melodías y un apreciable énfasis sobre la frescura y espontaneidad de los ritmos. Un programa cuidadosamente pensado y armado para gustar a un público amplio. El asistente a su estreno lo agradeció con entusiasmo. Cantica repite en el ciclo del Alcázar los próximos 18 de agosto, 8 y 23 de septiembre.

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