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Cantoría | Crítica

Ensaladas vocales para gourmets

Losana, Miralles, Alonso y Guimerá, esto es, Cantoría, en San Luis

Losana, Miralles, Alonso y Guimerá, esto es, Cantoría, en San Luis / Aníbal González (Femás)

Al repertorio profano y vocal del Renacimiento español no le han faltado en las últimas décadas grupos especializados de cámara a capella (aunque ocasionalmente puedan incorporar algún acompañamiento ligero). Como esta música no se programa demasiado, y además se encuentran con la competencia de conjuntos mayores que sí emplean nutridos y coloristas conjuntos instrumentales (con Hespèrion XXI como modelo), tampoco hay espacio para muchos, pero los pocos han sido siempre muy buenos: desaparecidos ya La Colombina y La Trulla de Bozes, en los últimos años el conjunto sevillano Vandalia ha defendido el pabellón con honra, y ahora se ha incorporado Cantoría, un cuarteto surgido en realidad en la Esmuc, pero con residencia en la región de Murcia, donde nacieron su director Jorge Losana y el bajo Valentín Miralles.

Aplazada su prevista visita en el Femás de 2020 por la pandemia, Cantoría se presentó finalmente en Sevilla con un programa que ofrecía el flanco más popular del repertorio profano español del XVI, el de las ensaladas y los villancicos del Cancionero de Upsala, con Mateo Flecha como figura central.

El joven grupo murciano cantó casi completamente de memoria, lo que no es muy habitual en estos repertorios, y lo hizo con limpieza, naturalidad, claridad y elegancia. En música en la que abunda la homofonía, mostró absoluta precisión en las entradas, perfecta afinación y un balance que parece privilegiar la voz superior y reunir a las otras tres en un registro medio en el que se mezclan sin perturbaciones, pues Guimerá canta con su voz natural de tenor agudo que no queda demasiado lejos de la de Losana, mientras Miralles es un barítono muy flexible en el decir, pero de timbre más bien claro, que en el perfilado del cuarteto no resulta especialmente hondo. De todo ello resultan interpretaciones muy pulcras, delicadas y un poco vaporosas. La distinción la pone desde luego Inés Alonso, voz ligera de muchos quilates por la belleza del timbre, luminoso, cálido, y por una línea de una musicalidad deslumbrante.

El grupo conoce muy bien este repertorio, y escoge expresivamente moverse en un entorno más cortesano que popular, aunque no faltan los típicos excursos humorísticos que exigen las ensaladas, dichos siempre sin exageraciones y sin salirse un punto de la métrica marcada. En todo ello acompasan idealmente dicción y ritmo.

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