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'Siberia' / Crítica

Carapalo congelado

Keanu Reeves, en una escena de 'Siberia'.

Keanu Reeves, en una escena de 'Siberia'.

Matrix fue la gloria (en lo comercial y por aportar nuevas soluciones técnicas) y la tumba de Keanu Reeves: han pasado 19 años y su filmografía no es precisamente estimulante, salvo (para quien los soporte) sus John Wick. Siberia tampoco aporta nada. La dirige rutinariamente Matthew Ross, un periodista y por lo visto cineasta descubierto por el cada vez más depauperado festival Sundance, cantera de mediocridades y falsificaciones de autor.

Aquí Reeves está liado en asuntos de diamantes que le obligan a ir a lo mejorcito –San Petersburgo– y lo peorcito –Siberia– de Rusia, donde lógicamente conocerá a una chica guapa, para desentrañar un enigma de desapariciones y falsificaciones. El director cultiva cierto estilismo, añade tórridas escenas se sexo, se toma su tiempo para no contar nada y Reeves pone cara de palo. Se supone que es lo que entienden por thriller dramático de autor con profundidad humana, como si quisieran balancearse entre la máscara gélida de Delon en El silencio de un hombre (esto es cosa mía: seguro que no la han visto) y el tormento amoroso de Connery en La casa Rusia. Lejos de ello, lo que consiguen es que sus pretensiones hagan aún más aburrida e indigesta la película.

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