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Cristina Montes | Crítica

Fantasías de un jardín romántico

Cristina Montes durante su actuación en el Alcázar

Cristina Montes durante su actuación en el Alcázar / Actidea

Espectacular arranque del ciclo del Alcázar. Cristina Montes Mateo reside desde hace años en California, pero no deja de visitar su tierra. Acababa de tocar el Concierto de Ginastera con la Orquesta de Córdoba y se acercó hasta su Sevilla natal para marcar un nivel altísimo al festival veraniego sevillano por excelencia desde su mismo comienzo.

Perfecta articulación, claridad polifónica, elegante flexibilidad en el tratamiento del tempo, variedad dinámica, tensión, matiz, expresividad... Su recital la mostró en el pleno dominio de sus facultades técnicas y musicales. Su programa giraba en torno a la figura de Berlioz, esencial en la integración del arpa dentro de la orquesta sinfónica durante el siglo XIX, aunque Berlioz no estuviera presente en el concierto con ninguna obra pues jamás escribió música para el arpa sola.

El repertorio se movió entre las obras virtuosísticas escritas por arpistas-compositores para exhibir las posibilidades del instrumento y las compuestas por grandes maestros. Entre las primeras, la fantasía sobre el trío del acto II de El barbero de Sevilla ("Zitti, zitti") escrita por Bachsa fue expuesta de forma chispeante. Hasta lo hipnótico llegó el virtuosismo en La mandolina de Parish-Alvars y de una sutil elegancia en el tratamiento rítmico resultó la Danza de silfos de Godefroid.

La gran música llegó con la Fantasía Op.95 de Saint-Saëns, un prodigio del desarrollo temático, pero se había apuntado ya con la Fantasía Op.35 de Spohr que abrió el concierto y con El ruiseñor de Liszt, de una profunda (y cromática) melancolía.

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