Dani de Morón | Crítica

Frenesí

El guitarrista se presentó en formato de dúo en el Teatro Central.

El guitarrista se presentó en formato de dúo en el Teatro Central. / Juan Carlos Muñoz

El discurso  musical de Daniel Méndez se construye sobre las sólidas bases del clasicismo jondo, incorporando, asimismo, elementos de otras tradiciones guitarrísticas, particularmente la jazzística. Y es absolutamente personal y reconocible. El suyo es un lenguaje oscuro, nervioso, tenso, construido como un entramado de notas, un tapiz con muchas capas musicales. El concierto fue una huida sin fin, un frenesí, que apenas encontró algún remanso por soleá o en algunas falsetas del legado de Diego del Gastor. También seguiriyas, farruca y más estilos frenéticos: tangos, bulerías, la mariana. Aunque, como digo, todos los estilos en las manos de Dani de Morón suenan a Dani de Morón.

Con la excepeción de la seguiriya y la farruca, en el resto de las ocho composiciones que interpretó montó un vibrante dúo con Agustín Diassera, uno de los percusionistas más dotados de la actualidad, con montajes frenéticos y pulidos hasta la médula. Los dos intérpretes mostraron una gran complicidad con piezas plenamente engastadas. Eché de menos la contemplación, el estatismo, por tarantas o rondeña o malagueña o granaína. La sensación fue que durante los ochenta minutos del recital escuchábamos la misma propuesta. No solo el mismo timbre, sino el mismo mensaje de huida hacia adelante hacia nuevas sonoridades jondas por la vía de la exasperación rítmica o, en menor medida, la búsqueda armónica. Dani de Morón, por personal, por reconocible, por su virtuosismo desbordante, es uno de los grandes nombres de la guitarra jonda actual.

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