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David Lagos | Crítica

Recuerda bien lo que quieres olvidar

El cantaor presentó 'Cantes del silencio' en el Cartuja Center Cite.

El cantaor presentó 'Cantes del silencio' en el Cartuja Center Cite. / Juan Carlos Vázquez

El tema de lo que desde hace unas décadas se conoce con el nombre de "memoria histórica" ha sido poco transitado en el flamenco. Recuerdo aquí una edición discográfica del venerable Cerrejón y un trabajo que llevamos a cabo con Rocío Márquez hace tres lustros. Y se trataba de trabajos más eruditos que escénicos. Así que, como el propio nombre del espectáculo indica, es un terreno casi virgen del que ahora se enseñorea estos Cantes del silencio. Y lo hace desde la dignidad, desde el recuerdo pero también desde la rabia de una herida que sigue abierta.

No se trata, por tanto, de una propuesta amable, aunque tiene algunos momentos en que la intensidad dramática, trágica, cede ante la explosión de energía que suponen las colaboraciones de Isabel Bayón por cantiñas, Alfredo Lagos en su magnífico solo o Melchora Ortega en bulerías y rumba, deliciosa. Una cantaora magnífica a la que vemos poco en los escenarios, en esas cosas incomprensibles que a veces ocurren. David Lagos ha centrado su atención en episodios luctuosos de nuestro pasado que, porque duelen, porque causan vergüenza o deberían causarla, se han pretendido silenciar. Pero solo se puede olvidar, para seguir adelante, para vivir, lo que se recuerda bien, como supieron hacer en Alemania, por ejemplo, con los episodios terribles que protagonizó este país en el siglo XX. A nosotros nos queda un largo camino lleno de cunetas que recorrer. Y este episodio es una contribución, modesta pero rigurosa, digna, por esa senda. Con letras de nuevo corte, escritas supongo que por el propio cantaor, que recuerdan las barbaridades del pasado, y del presente, en torno a un Queipo de Llano, impresionante Lagos, de una carretera de la muerte de Málaga a Almería, o de las ejecuciones de los anarquistas de la Mano Negra. Desde la solidez que da una madurez técnica absoluta, a pesar de haber tenido que cambiar de escenario en el último momento. Con no pocos ecos morentianos, en la soleá por ejemplo, una delicia, y una seguiriya acompañada maravillosamente al clavicordio por Alejandro Rojas-Marcos, siguiendo fielmente el toque de guitarra.

El teclista, junto con Antonio Moreno a la percusión y Juan Jiménez a los saxos han llevado a cabo unos arreglos bellísimos para las melodías tradicionales que, sin perder la esencia de las mismas, suenan actuales, densas, académicas.

También una canción de nuevo cuño que firma el cantaor con el título de No quitadme la memoria que es un resumen de la propuesta. Una obra densa, comprometida que, sin embargo, no pesa, sino que alivia y que incluye también, por supuesto, algunas letras tradicionales. El cantaor se encuentra en un estado de forma excepcional y posee un gran conocimiento de los estilos merced a su inquietud investigadora.

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