NURIA GARCÍA, MANUEL DE DIEGO Y LUCIANO MIOTTO

Un elixir para olvidar las penas del presente

Final feliz para 'L'elisir d'amore'.

Final feliz para 'L'elisir d'amore'. / Ignacio Trujillo.

Para amenizar una tarde como la del domingo, nada mejor que el espíritu positivo, chispeante, euforizante y siempre alegre de L’elisir d’amore. Da igual que fueran fragmentos y en versión de concierto, que ya se encargaron los músicos y, ante todo, Donizetti, de que nos metiéramos de lleno y con talante ingenuo en la historia del simple Nemorino, al altiva Adina y el tramposo Dulcamara.

Empezó el concierto con un toque de recogimiento, con una plegaria, con el 'Ave Maria' del Otello de Verdi. Difícil empeño para Nuria García abrir la sesión con una pieza que pide tener la voz ya muy rodada para poder hacer uso de las medias voces y del canto sotto voce, con todas las regulaciones por debajo del piano necesarias, algo que no llegó a redondearse del todo. La soprano, ya como Adina, mostró el bello timbre de su voz, aunque con algunos agudos metálicos, sin la chispa y la zalamería necesaria para momentos como el duetto con Dulcamara. Como su Nemorino, Manuel de Diego tiene la voz ideal para el personaje y la capacidad actoral, si bien tiende a dinámicas y sonidos fijos, sin bajar apenas de mezzo-forte. Tiene buena línea de canto y ello le valió para firmar una buena furtiva lagrima.

Pero quien se llevó de calle el espectáculo fue Miotto, un animal de escena de voz de impacto, bien regulada, un basso buffo de manual capaz de sacarle oro al rápido canto silábico. Una pena que este artista no tenga más presencia en los escenarios de la ciudad. Por su parte Bayón siempre aportó una voz de apoyo con un sonido limpio y preciso.

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