Feria del Libro de Sevilla

Elvira Lindo y la palabra cantada

  • La autora abre la Feria del Libro de Sevilla con una charla en la que reivindica la importancia del compás y la transmisión oral, un texto con el que rindió homenaje a los Machado, Falla y Lorca

Elvira Lindo, antes de pronunciar el pregón.

Elvira Lindo, antes de pronunciar el pregón. / Juan Carlos Muñoz

En una ocasión, Elvira Lindo andaba de gira por colegios y llegó exhausta a un centro de Jerez de la Frontera. Sin fuerzas para explayarse en las virtudes de la escritura o remontarse a los orígenes de ese personaje que había creado y entusiasmaba a los chavales, animó al público a que hiciera algo por ella. "Sí, seguro que siendo de Jerez hay alguno de vosotros que sabe cantar", propuso, sin medir el efecto que aquel ofrecimiento generaría. "Giménez, Giménez", exclamó el auditorio poseído por un entusiasmo colectivo. Y Giménez, "un canijo que parecía el Camarón de chico", no se acobardó ante ese envite: al contrario, aquel crío preguntó ufano qué palo era más del agrado de la autora, y entonces cantó unas alegrías.

"Le pregunté al maestro que cómo era posible tanto arte", recuerda Lindo, "y él me explicó con la inteligencia de los maestros que conocen a sus niños porque los observan: Mira, no llevan el arte en la sangre, como tal vez han oído muchas veces, el secreto es que conviven con el compás desde que nacen. Es su abuela, su madre, o una tía, la que mientras les da la papilla toma la mano regordeta del bebé entre la suya y le hace marcar el ritmo en el tablero de la mesa".

La autora de Una palabra tuya, con la que ganó el Premio Biblioteca Breve, y Lugares que no quiero compartir con nadie rememoró ese episodio en la conferencia con la que abrió este jueves una nueva edición de la Feria del Libro de Sevilla, un texto llamado Literatura: arma y refugio en el que defendió la importancia del compás, reivindicó el lugar que tiene la palabra del pueblo en la cultura y destacó la "conciencia social, generosa y combativa" de creadores andaluces como Antonio Machado, Federico García Lorca o Manuel de Falla.

"La literatura está más cerca de nosotros de lo que a menudo creemos", aseguró Lindo. "¿Por qué no se aprovechaba ese genio brutal de los niños que fluye intenso y sin prejuicios para inocularles en sus primeros años el veneno del arte?", apuntó la narradora. "En las alegrías que cantó ese crío, en las palmas de sus compañeros, estaba tanto la rima popular escuchada en la cocina de una casa, como la poesía de Lorca, Machado o la música de Falla", comentó.

"Las palabras son armas para defenderse en la vida. Hablar bien abre puertas”, sostiene Lindo

Lorca mantuvo vivo en su arte, "casi como ningún otro escritor español", al "niño que había sido" y entendió "que la palabra escrita ha de sonar como si estuviera creada para ser cantada o recitada". A Lindo le conmueve especialmente la alianza que el autor del Romancero Gitano tuvo con Manuel de Falla, el hecho de que ambos "recopilaran aquellas cancioncillas populares que podían haberse perdido de no ser porque tuvieron la sensibilidad de entender su importancia y de armonizarlas. Habían atravesado décadas gracias a las voces de los pobres. Ellos las inmortalizaron en una partitura. Y gracias a su desvelo la letrilla está en nuestra cabeza", celebró, antes de cantar junto a los espectadores Los cuatro muleros.

En su pregón, uno de los más conmovedores de las últimas ediciones, Lindo elogió también la honda sabiduría de los hermanos Machado. "Es probable que nadie como Antonio Machado haya podido entender cómo la poesía fue transmitida oralmente antes de convertirse en verso escrito, porque su padre, el llamado por todos Demófilo, es nuestro primer gran folclorista, que estudió con especial atención lo que él llamó el Folclore del Niño, esa literatura cantada que les entra a los bebés desde la cuna", analizó la novelista, que volvió a exhibir su poder de convocatoria en una Pérgola abarrotada.

La autora, acompañada de su marido Antonio Muñoz Molina. La autora, acompañada de su marido Antonio Muñoz Molina.

La autora, acompañada de su marido Antonio Muñoz Molina. / Juan Carlos Muñoz

"Eran ideas progresistas las del padre del poeta", prosiguió, "muy ligadas al estudio de las tradiciones populares, que pretendían dignificar y recopilar aquello que se consideraba de poca o de ninguna categoría. ¿Cómo no iba a ser musical la poesía de sus hijos, Manuel y Antonio, si habían sido advertidos por su padre, el buen Demófilo, de la importancia de aquellas coplillas que se mantenían vivas, sobre todo, gracias a las mujeres que las cantaban en sus faenas diarias?", expuso.

"Es revelador –continuó– que aquellos poetas nuestros tuvieran un respeto por el arte popular y una sincera vocación pedagógica; latía en ellos la idea de que el progreso debía de estar ligado a la lucha contra el analfabetismo y a la elevación del nivel cultural de la gente humilde. Entendían la educación como el arma contra el atraso en el que estaba sumida España y hacían un intercambio milagroso que casi podría conformar todo un sistema pedagógico: tomaban la palabra del pueblo, situándola en el digno lugar que se merece, y se la devolvían en forma de versos, de música, de teatro", afirmó.

Estas y otras disertaciones llevaron a Lindo a concluir que "animar a la lectura no es darle un libro a un niño y abandonarlo a su suerte. Tenemos el deber insoslayable de darle a nuestros estudiantes el dominio de su lengua. Las palabras son armas para defenderse en la vida. Hablar bien abre puertas, abre las puertas laborales, pero también abre las del corazón", señaló en una conferencia en la que proclamó que "el dominio del lenguaje es el arma, la base, y lo que imaginamos a través de las palabras, el refugio" para una vida que en "gran parte" transcurre "a la intemperie".

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