En tierra extraña | Crítica de teatro

Un homenaje a la copla y a sus poetas

Los tres protagonistas de 'En tierra extraña' la pieza de Juan Carlos Rubio que hoy se despide del Lope de Vega.

Los tres protagonistas de 'En tierra extraña' la pieza de Juan Carlos Rubio que hoy se despide del Lope de Vega. / D. S.

La idea de hacer este musical íntimo en torno a la copla fue de Juan Carlos Rubio y de José María Cámara, entre otras cosas productor de grandes musicales como Billy Elliot o West Side Story. Por desgracia, Cámara falleció en agosto de 2021 y no ha podido ver cómo desde su estreno, en noviembre del pasado año, En tierra extraña no ha parado de cosechar elogios y aplausos.

Y no es que sea una gran producción, al contrario, es un montaje sencillo en el que, eso sí, cada uno de los profesionales y de los elementos que lo integran contribuyen claramente a su éxito.

El primer acierto es la elección de tres personajes tan carismáticos como el sevillano Rafael de León, letrista y enorme poeta de la generación del 27, Concha Piquer y Federico García Lorca. El argumento, como en todo musical, es sencillo: León y doña Concha están ensayando en el Teatro Español de Madrid y esperan la llegada de Federico, a quien su amigo Rafael ha convocado porque la Piquer quiere conocerlo y pedirle que le escriba una canción. 

Un encuentro imaginado -la Piquer y Lorca nunca se encontraron, que se sepa- pero que suena a verdadero porque, como se sabe, en el teatro todas las historias son posibles.

La parte musical está perfectamente orquestada por Julio Awad. Diana Navarro, además de cantar con un enorme poderío coplas tan populares como Tatuaje o En tierra extraña –todas ellas aplaudidas por el público-, realiza una labor actoral realmente magnífica, demostrando sus dotes tanto para la comedia como para el drama.

Y no le van a la zaga los otros dos, magníficos actores ambos. Avelino Piedad –Rafael de León- toca el piano y canta como un verdadero profesional de la música, y Alejandro Vera que, en el papel del siempre elegante y ocurrente Federico, logra sacarle bastantes notas también al piano y hasta realiza con Piedad un número realmente hilarante cantando a dúo A la lima y al limón.

Sabia mezcla de comedia y drama, brilla también el texto de Juan Carlos Rubio, hecho de versos, canciones y diálogos chispeantes e irónicos, conjurando en todo momento el peligro de caer en el costumbrismo o en el chiste, especialmente de mariquitas. Porque una de las ironías de este fantasioso biopic teatral es que, en la España poco tolerante de 1936, tres de sus glorias son dos homosexuales y una folklórica embarazada de un hombre casado (el torero Antonio Márquez, con el que luego se casaría en Montevideo).

También la dirección de Rubio es justa, sin alardes, tanto en la intimidad del trío como cuando, al final, deja entrar a la historia: una España de 1936 a punto de estallar que, como hoy sabemos, acabará con León en la cárcel de Barcelona y Federico en el Barranco de Víznar.

Contribuyen también al éxito del conjunto la iluminación de Paloma Parra, el vestuario de Ana Llena, la caracterización y una sencilla escenografía, enriquecida en la escena final con un hermoso telón. Aunque fue el telón del Lope de Vega el que tuvo que subir y bajar en numerosas ocasiones ya que el público, enfervorecido, no dejaba de aplaudir.

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