Fallece el cineasta José María Nunes

Manuel J. Lombardo

24 de marzo 2010 - 05:00

Siempre alerta desde las páginas de Lumière, Paco Algarín nos comunicaba la noticia de la muerte de José María Nunes, jalón importante de la raquítica modernidad de nuestro cine, director de un puñado de títulos, Noche de vino tinto (1966), Sexperiencias (1969), Iconockaut (1975), Gritos a ritmo (1983) o Amigogima (1999), que se alinean, siempre desde los márgenes de la industria, desafiando a la censura y en permanente indagación expresiva, con ese otro cine español que no suele ocupar las páginas de los medios a no ser que sus protagonistas tengan la mala suerte de morirse.

Esta segunda muerte de Nunes (una tercera la traerán los que recordarán el tópico de "cómo ha envejecido su cine") coincide paradójicamente con la reciente recuperación crítica de su filmografía y con su inopinado regreso a la actividad cinematográfica con Res Publica, estrenada hace apenas unas semanas.

Nacido en Faro (Portugal) en 1930, criado en Sevilla y afincado en Barcelona, Nunes se inició en el cine trabajando como actor de doblaje, figurante, script o asesor de guiones en la productora de Ignacio F. Iquino. En 1957 dirige su primera película, Mañana, filme episódico de gran aliento poético que apunta ya la búsqueda de nuevos senderos narrativos y formales en sintonía con los nuevos cines europeos, película que difícilmente se acomoda a los cánones del oficialista Nuevo Cine Español y que es tomada como punto de partida de la Escuela de Barcelona, en la que habitualmente se inscribe a Nunes junto a Jordá, Esteva o Portabella.

Sin embargo, el talante y la poética de Nunes no encajan del todo con la pose elitista del grupo y, a partir de los 70, emprende una trayectoria solitaria, insobornable y guadianesca en la que la narración ocupará siempre un lugar subsidiario respecto al poder de las imágenes y la liturgia del cine: "Silencio, se rueda, el cine es una misa".

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