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Cultura

Fallece el director teatral Miguel Narros

  • Considerado uno de los grandes de la escena contemporánea española, muere en Madrid a los 85 años.

El director de escena madrileño Miguel Narros, uno de los grandes nombres del teatro español contemporáneo, ha fallecido este viernes en Madrid a los 85 años, según han informado fuentes teatrales. Narros falleció sobre las 08:30 en la clínica Quirón de Madrid, donde estaba hospitalizado desde hace unos días por una afección pulmonar. Según han explicado las mismas fuentes, Miguel Narros Barrios ingresó por primera vez en el hospital hace quince días, se recuperó, salió para continuar con los ensayos de su último espectáculo, La dama duende, y nada más estrenar, en Alcalá de Henares, volvió a ingresar en el centro en el que ha muerto.

La capilla ardiente del también actor y figurinista, que estaba casado con el productor escénico Celestino Aranda, será instalada mañana en el Teatro Español, que Narros dirigió de 1966 a 1970 y de 1984 a 1988. El féretro se instalará en el escenario del teatro, en el que actualmente se representa La chunga, y la capilla ardiente se abrirá entre las 10:00 y las 16:00.

Nacido en Madrid el 7 de noviembre de 1928, Narros estudió en el Real Conservatorio de Música y Declamación de Madrid, y, con 23 años, se trasladó a París, donde trabajó con el director del Teatro Nacional Popular Jean Vilar, y se relacionó con los actores Gérard Philipe, María Casares y Jeanne Moreau. Afincado en Barcelona, trabajó como actor en el Pequeño Teatro de Barcelona, donde debutó en 1954 con Réquiem por una mujer, de William Faulkner.

Como director teatral comenzó su actividad en el Teatro Español Universitario (TEU) y en 1959, con poco más de treinta años, obtuvo el Premio Nacional de Teatro por Proceso a la sombra de un burro, de Friedrich Dürrenmatt. En 1966 pasó a dirigir el Teatro Español en Madrid, al que permaneció ligado hasta 1970. Durante esos seis años dirigió numerosas obras del teatro clásico nacional. Trabajó con músicos como Carmelo Bernaola o Tomás Marco, con escenógrafos como Francisco Hernández, Francisco Nieva, Víctor María Cortezo o Fabiá Puigserver y con escritores como José Hierro, Enrique Llovet o José García Nieto.

Narros se adentró hasta mediados de los 70 en el mundo de la escenografía de la mano del arquitecto y escenógrafo italiano Andrea D'Odorico, con quien fundará la efímera compañía Teatro del Arte en los 80. Pero antes, con William Layton y el director José Carlos Plaza, promovió el Teatro Estable Castellano (TEC) que, pese a irrumpir con fuerza en la escena madrileña a finales de los 70, tuvo también una breve existencia. En 1984 fue de nuevo contratado para dirigir el Teatro Español y en esta segunda etapa estuvo hasta 1988.

En ese tiempo dirigió Macbeth y Rey Lear, de Shakespeare; Seis personajes en busca de autor, de Pirandello; El concierto de San Ovidio (1986) de Antonio Buero Vallejo; o La malquerida, de Jacinto Benavente. Destacó la puesta en escena de Medea (1984), que llevó al ballet flamenco con música de Manolo Sanlúcar e interpretación de Manuela Vargas, un papel que en la última década ha interpretado Lola Greco.

En los años 90 dirigió en el Teatro María Guerrero, sede del actual Centro Dramático Nacional (CDN) con obras como El caballero de Olmedo y La discreta enamorada, de Lope de Vega; El gran mercado del mundo, de Calderón; La gallarda, de Alberti; La truhana o Los bellos durmientes de Antonio Gala. Además, en esos años fue profesor de Interpretación en la Real Escuela Superior de Arte Dramático.

En 2000 dirigió Panorama desde el puente, de Arthur Miller, a la que siguieron Tio Vania, Doña Rosita la Soltera, El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, o Yo, Claudio, de Robert Graves, entre otras, y en 2012 puso en marcha Yerma, de García Lorca.

Polifacético siempre, Narros colaboró como decorador cinematográfico en Sonámbulos (1978, Gutiérrez Aragón), La corte del Faraón (1985, José Luis García Sánchez) y La regenta (1995, Fernando Méndez-Leite) ). Asimismo intervino en películas como El diablo con amor (1972, Gonzalo Suárez) y Los paraísos perdidos (1985, Basilio Martín Patino).

En su amplio currículo contó con el Premio Nacional de Teatro en dos ocasiones (1959 y 1986), Premio del Espectador y la Crítica, Premio del Festival de Almagro, Premio de la Comunidad de Madrid (2000), Medalla de las Bellas Artes (2001), el Max de Teatro en su categoría de director (2002) y el Max de Honor en 2009 y fue Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia.

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