ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA | CRÍTICA

Crecer con Bach, crecer en excelencia

Giovanni Antonini ante la OBS.

Giovanni Antonini ante la OBS. / Aníbal González/Femàs

Hemos visto crecer a la Orquesta Barroca de Sevilla con la música de Bach a lo largo de más de cinco lustros, desde aquellos heroicos conciertos en Santa Marina con Barry Sargent (¿volverá alguna vez a reencontrase con la OBS aunque sea para un solo programa?) como director. Hasta llegar a esta fastuosa ocasión en la que el conjunto sevillano ha alcanzado la mejor y más brillante interpretación de esta música que recordamos. Resulta fascinante que tras tantos años tocando juntos la OBS suene cada vez mejor, con más entusiasmo y entrega que nunca en cada concierto, disfrutando de la música y de los directores invitados con los que aprender y crecer en excelencia.

Así ha ocurrido con el célebre Giovanni Antonini, uno de los nombres referenciales en el universo de la interpretación de la música barroca con criterios historicistas. Antonini, con una gesticulación muy plástica y sumamente clara, ha trabajado a fondo los recovecos expresivos y retóricos de las cuatro suites, a la vez que ha sabido aprovechar las posibilidades que los juegos de colores instrumentales escritos por Bach ofrecen para hacer brillar la paleta de timbres de la OBS. Así, por ejemplo, desde la primera suite se pudo disfrutar de los trenzados melódicos y de los juegos polifónicos entre los dos oboes y el soberbio fagot de Alberto Grazzi. Y aún más en la cuarta suite, con el añadido de un tercer oboe y tres espectaculares trompetas para añadir más riqueza textural. Grazzi fue un portento de redondez sonora, de fraseo y de actuación, con sus sinuosas líneas culebreando entre las voces de los oboes.

Antonini estableció un fraseo incisivo, atento a los acentos y a los contrastes, sin forzar por ello la articulación ni lanzarse a aceleraciones desmedidas. En el caso de las numerosas danzas dobles jugó con los contrastes entre una primera sección más punteada (pero siempre con un staccato controlado) y una segunda más ligada, para volver al acento remachado del da capo.

La OBS le siguió siempre al milímetro, con esa precisión y flexibilidad en la respuesta conjunta que la caracteriza, plegándose a la perfección a las indicaciones cambiantes y contrastantes de Antonini, que tuvo en sus manos a una orquesta de sonido perfectamente empastado y denso, pero capaz de momentos de la transparencia del Air de la tercera suite. Aquí marcó su presencia Lina Tur Bonet con la suavidad de su fraseo y la delicadeza de su ornamentación, subrayando una actuación sobresaliente como concertino.

Para la segunda suite se contó con un Rafael Ruibérriz en plenitud de dominio del traverso, con su sonido limpio, firme, rico en matices; y su fraseo lleno de acentos, su largo fiato y su brillante despliegue ornamental.

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