Festival de Cine de Sevilla | M | Crítica

Un terco viaje al fin de la noche

Una imagen de 'M', el último documental de Yolande Zauberman.

Una imagen de 'M', el último documental de Yolande Zauberman.

La pulsión mirona y el regodeo en el victimismo de su particular Virgilio en este ambiguo viaje a los infiernos, pierden a Yolande Zauberman (Bailar hasta morir, Would you have sex with an Arab?), quien no parece estar segura en ningún momento de qué película quiere hacer: demasiado cerca para tomar distancia frente a los duros testimonios; demasiado ausente para implicarse del todo, para acompañar con su fardo al protagonista o dejarse llevar por lo oscuro, como por ejemplo ocurre, en un registro mucho más interesante y filoso, en el cine autobiográfico del también francés Vincent Dieutre.

A los cuarenta minutos de metraje puede decirse que todo está dicho y hecho: M, un hombre marcado por los abusos sexuales desde la primera infancia, se exhibe con desesperación en la noche israelí en tanto que víctima compleja, acusador enrabietado pero también sincero masoquista, poniendo el dedo en una abierta llaga, conocida y asumida, pero no por ello menos dolorosa: la reprimida y represora comunidad judía ortodoxa, donde el abuso a menores se reproduce en cadena –la víctima deviene luego verdugo–, estableciéndose como uno de los accesos a la sexualidad para un colectivo profunda y orgullosamente misógino y desinformado.

Esta denuncia, no obstante, no está “puesta en forma”; Zauberman elige pegarse a la piel de M y otros compañeros de similar destino y horadar junto a ellos la oscuridad como al mando de un vulgar programa de televisión que acompañara a una patrulla de bomberos en el turno nocturno. La renuncia a buscar un verdadero punto de vista, unida al deseo de subrayar con ímpetu la terrible magnitud del problema, desembocan en un clima algo ridículo y risible, en una extraña noche donde los abusados, multiplicados por metro cuadrado, debaten y matizan su fortuna.