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VIVICA GENAUX & GIGI PINARDI | CRÍTICA

Vivica Genaux: la voz como asombro y como caricia

La eterna sonrisa de Vivica Genaux.

La eterna sonrisa de Vivica Genaux. / Luis Ollero

No saben lo que se han perdido tantos amigos y amigas de la música como supuestamente existen en la ciudad con no haber asistido a este excepcional recital de una de las estrellas actuales del canto. Difícil será que se repita la posibilñidad de volver a escuchar a Vivica Genaux en un recital íntimo y diseñado expresamente por ella para dar todo lo que atesora como cantante y como artista. No era sencillo el programa, consolidado en torno a la idea de las variaciones sobre un tema, musical, literario o icónico y en el que la cantante de Alaska sacó a relucir sus mejores armas.

Ya en la serie de variaciones sobre la famosa aria "Nel cor più non mi sento" de Paisiello (entre ellas unas de María García-Malibrán) Genaux plantó sus reales en materia de control de la voz y de capacidad para la coloratura y la ornamentación. Sobre una voz de tintes muy personales e inconfundibles, densa, corpórea, profunda en los graves y rutilante en los agudos, de tonos sombreados ("voix sombrée", como la llamó el hermano de la Malibrán, Manuel Patricio García) pero de una proyección perfecta, Genaux desplegó toda la pirotecnica ornamental que domina como pocas cantantes. Frases en staccato, alternadas con martellato, seguidas de pasajes picados y de rápidas series de semicorcheas, pero siempre ensamblado con la línea de canto, de manera que melodía y ornamento formen un todo orgánico. Aquí es donde se descubre a la verdadera artista en comparación con la mera exhibición mecánica.

Pero Genaux es mucho más que una asombrosa maestra de la agilidad vocal, porque en las canciones sobre el famoso poema de Goethe "Kennst du das land" ("Conoces la tierra donde florecen los limoneros") supo contener la emisión y plegarse a un canto a flor de labios, lleno de morbidez en el caso de la canción de Duparc, con un uso muy sensible de los reguladores al servicio de un canto a flor de labios, delicado y poético. Para las canciones de inspiración veneciana recurrió a la gama de colores de su voz como instrumento de transmisión de emociones, con un legato como una caricia en las canciones de Gounod y, sobre todo, de Reynaldo Hahn. Para volver a utilizar sus armas de prestidigitadora vocal, que hacen parecer sencillo lo que en realidad oculta gran complejidad, en las variaciones sobre "La biondina in  gondoletta" de Mayr y en las versiones de cámara de arias de Lucrezia Borgia y de Tancredi. Y aún quiso dejarnos dos muestras de su capacidad de seducir con su voz, con sus suaves inflexiones, en la bellísima canción napolitana "I' te vurria vasà" de Eduardo di Capua y en "Everybody know my name" del musical Carnival, de Bob Merrill.

Para todo esto tuvo la cantante la complicidad de la guitarra romántica de Gigi Pinardi, con una pulsación limpia y precisa y un sonido cálido e íntimo, ideal para la acústica de esta sala, en una total fusión con la voz y sus idas y vueltas.

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