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Grup Instrumental de Valencia | Crítica

Sin dogmas, sin público

El Grup Instrumental de Valencia en el Espacio Turina

El Grup Instrumental de Valencia en el Espacio Turina / P.J.V.

Tras la Segunda Guerra Mundial y a partir de postulados radicales alimentados oficialmente en cenáculos de iniciados, la música de vanguardia inició un proceso de aislamiento del público tradicional de la clásica que trajo consigo también un refuerzo de la justificación de su propia existencia al margen de la recepción que tuviera en el oyente. Los dogmas seriales (radicados esencialmente en Europa) y aleatorios (muy americanos), nacidos de todo aquello, cayeron hace tiempo con estrépito, pero el público no ha vuelto, y hay días que se nota demasiado.

El Grup Instrumental de Valencia llegó con un programa de cinco obras de otros tantos compositores de entre 45 y 33 años, un programa de extraordinaria radicalidad. Sólo los Tres nocturnos de Óscar Colomina, nacidos en tiempos diferentes (2006, 18, 09) y escritos para trío clásico con piano, conservan cierta sustancia a creación más o menos reconocible en la tradición más clásica, no lejana en este caso a planteamientos espectrales. El resto de obras se plantean como investigaciones en torno a los límites, entre el sonido y el silencio, el ruido y la altura convencional, el movimiento perpetuo y el estatismo, las manchas sonoras y las líneas, todo ello con abundante empleo de técnicas extendidas (resultaron abrumadoramente mayoritarias en las piezas de Santcovsky, Romero y Arias) y un deseo por la novedad y la individualidad que está acabando con las nociones de estilo y de escuela.

En un discurso breve y sensato, Joan Cerveró apeló a la necesidad de trabajar al lado de los creadores actuales para difundir su trabajo. Hay que agradecer la apuesta del Espacio Turina por mantener la actividad en torno a la creación actual atendiendo los ciclos de los grandes grupos sevillanos que la tienen como objeto prioritario, pero de vez en cuando es normal cuestionarse si todo ese esfuerzo vale la pena cuando el público de estos conciertos es, salvo contadas excepciones, tan minoritario. Por otro lado, nada nuevo bajo el sol, ya en aquel capítulo magistral de Rayuela, al describir el concierto de Berthe Trépat, Cortázar alertaba contra la incomprensión y el aislamiento de las vanguardias. 

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