Cultura

Historia de la imaginación

  • El Museo Picasso Málaga acoge la exposición 'Los juguetes de las vanguardias', una mirada al interés que mostraron por la educación algunos de los grandes genios del siglo XX.

Las vanguardias artísticas del siglo XX, desde el futurismo al constructivismo pasando por el surrealismo y el radical dadá de Tristan Tzara, tenían serias aspiraciones sociales además de estéticas. En el fondo, las expresiones plásticas y literarias no eran más que un código empleado para explicar sus utopías, por las que reclamaban una profunda revisión de todos los órdenes. La imaginación, a la que apelaban constantemente los creadores más significativos del periodo de entreguerras, parecía el medio idóneo para eliminar de las categorías sociales e históricas los elementos sobrantes (los vinculados a los antiguos regímenes) con el fin de alumbrar, no sin pretensiones mesiánicas, al hombre nuevo. Pero esta inspirada revolución debía hacerse desde abajo: por eso, los mismos artistas prestaron especial atención a la infancia, a sus procesos de interpretación y composición del mundo, al modo en que los más pequeños hacen de la imaginación, precisamente, su código más efectivo para el aprendizaje, con el fin de garantizar para el futuro el nuevo orden. Una muestra más que representativa de este empeño puede verse desde ayer y hasta el 30 de enero en el Museo Picasso Málaga dentro de Los juguetes de las vanguardias, la nueva exposición temporal de la pinacoteca.

Los juguetes de las vanguardias (presentada ayer en el Palacio de Buenavista por el consejero de Cultura, Paulino Plata; el presidente del consejo de la fundación rectora del museo, Bernard Ruiz-Picasso; el director del mismo, José Lebrero; y el comisario de la exposición junto a Lebrero y responsable de Exposiciones del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad, Carlos Pérez) se divide en dos secciones: la primera reúne una amplia variedad de objetos creados para la unión de la educación infantil y el arte (marionetas, libros, juegos de arquitectura, muñecos, muebles, miniaturas, teatritos) por verdaderos faros del siglo pasado como Pablo Picasso, Alexander Calder, Marcel Duchamp, Paul Klee, Fortunato Depero, El Lissitzky, Sophie Taeuber-Arp (que ya protagonizó una exposición en el Museo Picasso), Joan Miró, Alexander Rodchentko y Joaquín Torres-García, junto a escritores como Rudyard Kipling, Edgar Neville, Tono, Marcel Aymé y Ramón Gómez de la Serna; la segunda sección, titulada Promesas de futuro. Blaise Cendrars y el libro para niños en la URSS. 1926-1929, recrea la exposición que bajo el mismo lema organizó el propio Cendrars en París en 1929, con libros, catálogos y carteles para niños realizados por artistas de la vanguardia rusa durante los primeros compases de la revolución soviética.

Como explicó Lebrero, Los juguetes de las vanguardias "no es una exposición de juguetes, sino mucho más". Tras la Primera Guerra Mundial, el impulso de las artes plásticas coincidió con la aparición de diversos movimientos didácticos que apostaban por un nuevo concepto de escuela, más abierto a la participación y al aprendizaje significativo, y también de la propia educación, guiada, como quiso Montaigne, por el empeño no tanto en llenar una botella sino en encender una llama. Pedagogos como la italiana Maria Montessori idearon métodos de enseñanza que sustituían los recursos tradicionales por procesos directamente artísticos y creativos (sus ideas resultaron decisivas en España durante la Segunda República a través de proyectos como las Misiones Pedagógicas, herederas a su vez de la Institución Libre de Enseñanza), y los artistas respondieron aplicando los argumentos básicos de esos métodos a sus obras. Resulta reveladora, en este sentido, la deliciosa colección de juguetes de madera de Joaquín Torres-García expuesta en la colección, así como los juegos de construcción y de aprendizaje simbólico que responden a los presupuestos de Montessori y otros grandes pensadores. Los amantes de las vanguardias pueden deleitarse con los bocetos de las figuras que Alexander Calder creó para su circo portátil, promocionado como el más pequeño del mundo, que llegó a presentarse en la Residencia de Estudiantes de Madrid poco antes del estallido de la Guerra Civil. Tampoco se quedan atrás las exquisitas marionetas de Paul Klee (especialmente difíciles de traer al Museo Picasso, según apuntó Lebrero), a partir de las que no resulta difícil establecer una línea hasta los adorables monstruos contemporáneos de Tim Burton (que protagonizó una exposición en el Moma de Nueva York el año pasado) a través de toda la imaginería infantil desarrollada durante el siglo XX en Europa del Este. El juego de boliche de Marcel Duchamp parece expuesto en su vitrina un sesudo ejercicio minimalista, mientras que el alemán Lyonel Feininger se presenta con todas sus marionetas en la portada de un diario estadounidense como el tío que todos los niños norteamericanos querrían tener.

Las Flores futuristas de Giacomo Balla pretenden desgranar para los más pequeños el manifiesto de Marinetti, mientras que Joan Miró presenta las piezas de su ballet infantil Juego de niños como juguetes sincronizados. Uno de los grandes protagonistas, como no podía ser de otra forma, es Pablo Picasso: además de dos cuadros que dan cuenta de su condición paternal y otras piezas, la muestra incluye un caballo construido para su nieto Bernard a partir de una mesita metálica típica para sostener un televisor (se puede ver junto al mismo un ejemplar de la mesa original para comprender el proceso), un coche pintado para su hijo Paulo, un teatro hecho a partir de un paquete de tabaco y la Pequeña figura, perteneciente a la colección del museo, que talló a partir de la pata de una mesa para una niña. Más de 500 piezas componen esta panorámica que, como recordó Lebrero, sólo tiene un precedente en una exposición similar realizada a mediados de los 90 en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad, cuyo comisario, Carlos Pérez, ha querido repetir la experiencia en el Museo Picasso.

Como es habitual, la exposición Los juguetes de las vanguardias se completa con una serie de actividades paralelas. En este caso, y a partir de mañana miércoles, el auditorio del museo acogerá tres seminarios relacionados con la propia muestra, las utopías de las vanguardias y la relación entre la arquitectura y la infancia. Un festín en honor de la categoría más humana: la imaginación.

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