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las criadas | Crítica de teatro

Homenaje al texto de Genet

Ana Torrent, Jorge Calvo y Alicia Borrachero en 'Las criadas'

Ana Torrent, Jorge Calvo y Alicia Borrachero en 'Las criadas' / Jesús Ugalde

Hay obras clásicas, todo Skakespeare por ejemplo, y hay obras que nacieron malditas y que han ido creciendo con  las versiones que de ellas se han ido realizando. Las criadas  de Jean Genet, escrita en la cárcel, refleja una visceral oposición al status quo social y las diferencias de clase. De amos y siervos, de señoras y criadas.

Genet escribe desde las entrañas y vuelca experiencias íntimas y deseos que sólo nos podemos permitir en los sueños. Las dos hermanas Claire y Solange, como las hermanas de Puerto Hurraco, están envenenadas por la relación paternalista que la señora ejerce sobre ellas, amén de la relación de sumisión aceptada entre las partes. Cada noche,  ejecutan una ceremonia en la que se transmutan en su señora usando su ropa, sus perfumes, sus ademanes, incluso el amor por su amante.

’Las criadas’, imaginario social y psíquico, sigue hipnotizando

Bezerra y Luque han creado un homenaje al texto de Genet. No se separan  de él y juegan también con las directrices que el autor dio en Cómo interpretar Las Criadas. Han creado un escenario minimalista donde las criadas aparecen ataviadas de cuasienfermeras buscando una asepsia clínica en la que desarrollar esta relación de laboratorio en la que Ana Torrent y Alicia Borrachero ejercen de sacerdotisas imprescindibles. Toda la primera parte es soberbia y el espectador tiene permiso para redimensionar lo que estamos viendo en el escenario, corrupción política, sumisión sexual, revolución social. Pero algo ocurre en la segunda parte que el movimiento escénico se ralentiza haciendo que nos separemos de la obra.

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