Imaginación, creatividad, virtuosismo y sensibilidad

Crítica música

Andrés Moreno Mengíbar

15 de marzo 2010 - 05:00

Imaginarium Emsemble. Femás 2010. Programa: Obras de G. P. Cima, G. B. Fontana, C. Monteverdi, R. Rognono. D. Castello, G. Bassano, M. Uccellini y A. Vivaldi. Intérpretes: Enrico Onofri (violín y director), Alessandro Tampieri (violín y laúd), Alessandro Palmeri (violonchelo) y Riccardo Doni (clave y órgano). Lugar: Centro Cultural Cajasol (Sala Joaquín Turina). Fecha: Domingo, 14 de marzo. Aforo: 150 personas.

En el tránsito que sufrió en Italia a finales del siglo XVI el violín de ser considerado un rudo instrumento popular a medio de expresión refinada, los compositores se lanzaron a explorar de forma desprejuiciada e imaginativa las posibilidades del instrumento, especialmente en lo referente a sus posibilidades virtuosísticas, de puro espectáculo interpretativo. Pero también incidieron en las relaciones de semejanza que pudieran establecerse entre la expresión de la voz cantada y la versatilidad y la expresividad del violín.

Enrico Onofri ofreció una inolvidable primera parte en la que se incidió, precisamente, en ese perfil vocal del primer violín barroco, en los paralelismos entre el canto concitato y el estilo passeggiato del violín. Nadie como Onofri en la actualidad para demostrar hasta dónde esta experimentación compositiva e interpretativa alcanzó grados de complejidad, de dificultad y de virtuosismo nunca superados en toda la Historia. Sólo se me ocurre la música carnática de la India como algo parecido en dificultad interpretativa para el violín.

Pero Onofri consiguió lo realmente difícil, es decir, que esta música sonase con naturalidad, sin que se notase la dimensión más puramente técnica para que emergiese con nitidez la calidad de la propia música, una música que en manos de Onofri suena llena de fantasía, de juegos y audacias armónicas, de mil y un recursos expresivos como esos glissandi inesperados fulgurantemente resueltos, los efectos de eco o, sobre todo, la infinita fantasía en la ornamentación, haciendo que línea melódica y ornamento se fundan en una sola realidad sonora y en una única unidad de expresión y de significado.

Más comedido en Vivaldi, firmó sin embargo una fulgurante Follia, secundado por el estupendo violín de Tampieri y por un continuo de lujo.

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