Johannes Skudlik | Crítica

Una clausura entre discreta y brillante

Johannes Skudlik (Múnich, 1957) cerró el Festival de Los Venerables.

Johannes Skudlik (Múnich, 1957) cerró el Festival de Los Venerables. / D. S.

Para el concierto de clausura de este II Festival de Los Venerables que ha creado la actual titular de su tribuna, Susana García Lastra, se contó con un experimentado y bien conocido director y teclista alemán, Johannes Skudlik, que arrancó con un Bach muy discreto. Ni el Concierto de Marcello BWV 974 ni, sobre todo, la transcripción de la famosísima Aria de la Suite orquestal nº3 pasaron de la mera e insulsa corrección.

Con la trompetería a todo meter para hacer la Toccata de Dubois se apreció que Skudlik parece especialmente acertado cuando tiene que exponer todos los timbres y colores del instrumento, pues la brillantez y claridad que consiguió con esta obra se repitió en el esplendoroso inicio de la Suite gótica de Boëllmann y en la Sinfonía nº5 de Widor, escrita también en el virtuosístico estilo de la tocata. Claro que el organista germano gustó también del contraste, y por eso a la Toccata de Dubois le siguió un In paradisum de enorme lirismo, en el que jugó con los flautados y los registros leves del instrumento, y a la “Introducción” de la Suite gótica un divertido y ágil “Minueto” y una delicadísima “Prière à Notre Dame”. Distinguido y ligero, insinuante y genial, el Mozart (Andante para órgano mecánico KV 616), episódica la Vocalise de Rajmáninov (que le quedó algo pesadota) antes de la jubilosa propina de la Entrada de los gladiadores (otra vez el color, el brillo) y de una imposible y ardua Sevilla de Albéniz como cierre.

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