Kiko Veneno | Crítica

Contar la vida tal como es

  • El Festival Singular dio comienzo de la mejor forma posible en el Lope de Vega con un magistral concierto de Kiko Veneno, que presentó su disco 'Sombrero roto'

Kiko en su triunfal regreso al Lope de Vega.

Kiko en su triunfal regreso al Lope de Vega. / SINGULAR / Anna Elias

Cuatro largas décadas han pasado desde que Kiko Veneno pisó anteriormente el escenario del Teatro Lope de Vega. Entonces lo hizo acompañado de Rafael y Raimundo Amador y la primera canción que cantó fue Los Delincuentes; era pues preceptivo que la canción con la que iniciase este regreso fuese esa misma. Y si aquella vez el arrope instrumental con que contó fue el del alma y el corazón, esta vez ha sido con el de la técnica y la maestría de ocho grandes músicos como Félix Roquero y Anabel Pérez, cómplices muchas veces con su guitarra y su teclado y protagonistas de un momento muy especial con sus solos de violín y armónica respectivamente en una conmovedora interpretación de Ojalá; como Juan Ramón Caramés y Jimmy González, que forman una potente sección rítmica al bajo y la batería; como Javi Harto imprimiendo cadencias electrónicas y Diego Ratón definiendo el compás con su guitarra flamencona; como Andrés Roldán y Willy Leal con sus voces de apoyo que a veces pasaban al primer plano. Todos ellos, y Kiko, contribuyeron en la noche del martes a que el Festival Singular tuviese un comienzo brillantísimo.

Tras el guiño nostálgico comenzó la sucesión de canciones que componen el disco que Kiko había venido a presentar a Sevilla: Titiri titiri, Yo quería ser español, Chamariz, las diez perlas del Sombrero roto, especiadas con aromas de los 80, los 90, el denso Traspaso del Punta Paloma; el ritmo y la cadencia de Coge la guitarra de La Familia Pollo con los "lerélerele lereleré" que coreó todo el teatro; con Joselito se vivió uno de los grandes momentos de la noche al volcarse definitivamente el público con Kiko y comenzamos a echar de más las butacas que nos impedían bailar con Echo de menos, con el Miss you dedicado a Los Payos y con la canción que da su título a la obra presentada, Sombrero roto, con sus versos tan dulces como la miel.

La vida no es políticamente correcta, está llena de delincuentes, de muchachos que dan pena en su ruina y sus cenizas, de gente sin nadie con quien hablar, de familias para los que el estado del bienestar es una nevera vacía… a toda esa gente le canta Kiko Veneno y no le importan demasiado las opiniones de quien se le acerca para decirle –nos contó que le ocurrió recientemente- que no puede cantar sobre un machista que tuvo siete novias y a las siete abandonó; pero qué se le va a hacer si así era Joselito. Y Kiko le canta a la vida tal como es.

Después de un breve inciso volvió él solo con su guitarra española y todos le sentimos profundamente, en la misma forma en que le canta a su amada el protagonista de Obvio, la canción del disco nuevo que nos quedaba por escuchar. Tras ella, armado de otra guitarra igual, entró el Ratón y entre los dos nos hicieron parecer que La vida es dulce, como la canción que glorificaron, tras la que se fundieron en un gran abrazo mientras iba apareciendo el resto de la banda. Diego, sobrepuesto de la emoción, nos brindó el solo de guitarra de la noche para introducirnos En un Mercedes blanco, y aún se superó cuando su guitarra estuvo de nuevo al frente en la parte final de la canción, la que termina diciendo: al cantar como tú sabes. Como Kiko sabe. Por eso el final fue una apoteosis que recordaremos durante mucho tiempo todos los que nos rompimos las manos aplaudiéndole durante varios minutos.

 

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