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La Pastorale | Crítica de Danza

Una exaltación de la belleza a través de los cuerpos

Una estructura metálica limita al principio el movimiento de los bailarines.

Una estructura metálica limita al principio el movimiento de los bailarines. / Juan Carlos Muñoz

La Pastorale, estrenada a finales de 2019, es una interpretación muy personal que Thierry Malandain ha realizado en el ámbito de la conmemoración del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven.

Escrita en 1808 con el subtítulo de Recuerdos de la vida campestre, la sinfonía nº 6 pretende celebrar el maravilloso poder vivificador de una naturaleza en la que el genial compositor alemán amaba adentrarse para aquietar su a veces atormentado espíritu.

Malandain ha sabido recoger a la perfección ese espíritu y, sin recurrir a los bosques o a los colores del campo, valiéndose de un único instrumento -una veintena de magníficos bailarines y bailarinas- construye ese mundo armonioso que a todos nos gustaría compartir.

La música fluye de principio a fin como un arroyo lleno de pequeños meandros que reflejan la belleza y la armonía de los cuerpos. Fisonomías diferentes unificadas la iluminación y por un bonito vestuario que va del gris oscuro al blanco más luminoso y virginal -como el de la mariposa que deja atrás su piel ya inservible- y de este a la esencia de la desnudez.

Al final, queda la belleza esencial de los cuerpos. Al final, queda la belleza esencial de los cuerpos.

Al final, queda la belleza esencial de los cuerpos. / Olivier Houeix

Al principio, una estructura, hecha con tubos metálicos, crea una especie de jaula que los seres que la habitan -pájaros en sus ramas, peces bajo el agua tal vez- transitan subiendo y bajando de la superficie a la profundidad de la tierra o de las aguas. Muy pronto, sin embargo, consiguen liberarse y conducirnos a una arcadia, a un Olimpo absolutamente luminoso donde un dios puede dormir tranquilo mientras los seres de luz acuden una y otra vez para formar círculos protectores a su alrededor.

La luz cegadora, las túnicas blancas, las hileras de bailarines que caminan lateralmente con los brazos en ángulo recto, como frisos de un templo en movimiento, hasta un gran caracol de nácar que atraviesa el escenario… todo nos remite a una civilización perfecta antes de ser inevitablemente corrompida, al mundo helenístico. Solo una pelea de dos individuos, de una violencia no exenta de belleza, sorprende por un momento la jubilosa unidad de destino del grupo.

Sin llegar a la brillantez y al refinamiento de Maria Antonietta, la pieza que vimos en este mismo teatro en febrero de 2019, animada por la música de Haydn, La Pastorale de Malandain se basa en el mismo uso de una danza clásica y neoclásica tan virtuosa como actual. Y en unos bailarines de técnica sobresaliente que brillan tanto en los dúos y tríos como en los portés de la última parte y, sobre todo, en las escenas corales.

Poderosas escenas centradas aquí en la geometría del círculo: círculos grandes, pequeños, alegres con las manos en las manos, o apretados, como defensa ante lo que pueda ocurrir… Solo una pelea de dos individuos, de una violencia no exenta de belleza, sorprende por un momento la jubilosa unidad de destino del grupo.

Un trabajo estetizante y optimista en el que destaca la rara perfección que emana del conjunto y que va fluyendo al ritmo de los cinco movimientos que componen la sinfonía: allegro ma non troppo, andante molto mosso

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