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Piano works Debussy | Crítica de danza

Un placentero viaje dancístico y musical

Bailarina y pianista unidas por las notas del compositor francés Claude Debussy.

Bailarina y pianista unidas por las notas del compositor francés Claude Debussy. / Danny Willems

Si se observa la trayectoria de Lisbeth Gruwez, no puede decirse que la belga sea precisamente una bailarina o una coreógrafa “ligera”. Sus investigaciones sobre aspectos poco agradables de la vida, o sobre el caos o los movimientos extáticos, han dado lugar en ocasiones a piezas difíciles o, cuanto menos, poco habituales.

Todo lo contrario de este viaje visual y musical que la coreógrafa propone y la bailarina desarrolla con una sugestiva y al menos aparente espontaneidad. En un escenario casi vacío, con tan solo un paramento dorado que se va desplazando y un piano de cola que ella rodea en varias ocasiones como si fuera una montaña y que también cambia de posición, Gruwez va a establecer un fresco y liberador diálogo con la música de Claude Debussy.

Unas notas extraídas de sus Estampas (1903) y de algunos de los 24 Preludios que compuso entre 1909 y 1013 -en honor a los de Chopin- y que las ágiles y virtuosas manos de Claire Chevallier interpretan en su piano de época Erard para nuestro máximo deleite.

Como si de una improvisación se tratara –tal vez fuera ese su nacimiento en los meses de confinamiento- Gruwez, quizá por primera vez desde que era niña y estudiaba ballet, regresa a la música clásica y se entrega a ella con total libertad,solo que la bailarina madura que es hoy no puede obviar el amplísimo bagaje de técnicas y movimientos que ha acumulado en su delgado cuerpo. Por eso comienza poniendo a dialogar la danza clásica –sus continuos relevés, la apertura de los brazos, los giros- con formas más contemporáneas. Y luego con el suelo; con la geometría de Rosas; con el lirismo de los tonos menores; con los puños cerrados y esos movimientos enérgicos que tan bien la definen… para luego pasar a los cambrés que le inspira La puerta del vino (Preludio compuesto por un Debussy que nunca visitó España, inspirándose en una postal que Falla le envió desde Granada). O para languidecer con la tercera Estampa Jardines bajo la lluvia.

Casi sin pretensiones. Un sencillo y hermoso recital a dos voces sobre la música imaginativa y sensual de Claude Debussy.

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