CUARTETO D'AREZZO | CRÍTICa

Buscando el sonido propio

Cuarteto D'Arezzo

Cuarteto D'Arezzo / D.S.

Es siempre interesante y tiene una gran valor formador el que los jóvenes músicos se atrevan a formar un grupo de cámara, especialmente un cuarteto de cuerda, la formación de música en la intimidad de mayor capacidad de introspección y la que requiere salir de sí mismo para pensar en sentido global. Esta práctica obliga a los músicos a algo tan importante como a oir a los demás. Y a oirse a sí mismos en función del sonido del grupo y no bajo los parámetros personales. En definitiva, hay que renunciar a la propia individualidad, discutir, llegar a acuerdos, probar, rechazar, volver sobre los propios pasos, buscar nuevos caminos. Y así hasta alcanzar la meta de una personalidad sonora y expresiva colectiva.

Los integrantes de este joven cuarteto de cuerdas originado en el Conservatorio Superior de Sevilla hace ocho años están en esa senda. No les falta interés y voluntad, evidentemente, y ello se vió en los momentos más logrados, que fueron los del tiempo final del cuarteto de Mendelssohn, atacado con buenos trémolos mientras el violín primero desplegaba su recitativo y cerrado con un bello clima de serenidad materializado en un sonido recogido y de buena definición. Pero faltaron cosas tan importantes, en el resto del programa, como el establecimiento de un sonido global homogéneo y bien perfilado, porque el de los violines fue quebradizo y sin relieve y el del violonchelo impersonal y sin presencia. Y faltó, sobre todo, una mayor implicación expresiva en el fraseo, una indagación en los acentos y en el clima afectivo.

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