Nahzun | Crítica

Tradiciones orales y medievo

Cabral, Gibril, Muñiz y Molino, Nahzun en el Alcázar.

Cabral, Gibril, Muñiz y Molino, Nahzun en el Alcázar. / Actidea

Tomando el nombre de una poetisa granadina del siglo XII, Nahzun lo forman dos músicos españoles, un francés y un sudanés radicados en España, que trabajan fundamentalmente en los ámbitos del folk, las músicas del mundo y el flamenco, terrenos centrados en las músicas de transmisión oral que, en la tradición interpretativa reciente, a menudo se cruzan con el de la música medieval, especialmente por lo que hace a danzas y canciones profanas.

Su programa se incardinó en el ciclo dedicado a Alfonso X. No acabé de entender la caracterización del repertorio que se plantea en las notas y que explicitó Vincent Molino en algunas de sus intervenciones. Esa idea de que las cantigas del Rey Sabio son el "canto del cisne" de la tradición modal resulta perturbadora, pues la polifonía del Ars Nova y del Renacimiento siguió siendo modal, y hablar de armonía en un conductus del siglo XIII (única pieza de Ars Antiqua de todo el programa) puede acabar por generar confusión, ya que la concepción musical de la época era horizontal, melódica. 

Las cantigas forman parte de la tradición de la lírica monódica del medievo, que enraíza con los trovadores provenzales (algo anteriores), pero ni siquiera puede considerarse su último testimonio, pues aunque los troveros también son por norma más antiguos, en Alemania la tradición de la trova llegó hasta el siglo XV con un compositor como Oswald von Wolkenstein (para filtrarse luego en toda la tradición musical autóctona, a través del tenorlied y, ya en el XVI, del coral). Fue precisamente con un minnesänger que vivió a caballo entre los siglos XII y XIII, el célebre Walther von der Vogelweide, con quien Nahzun empezó su concierto, haciendo una de sus obras más populares, el Palestinalied, cuyo título exime tanto de profundizar en su origen (las Cruzadas en Tierra Santa) como el tono de la interpretación que acabó impregnando todo el recital.

Aunque también sonaron un par de fragmentos de nubas andalusíes como contexto (una de ellas con una estrofa cantada en español, "Noche maravillosa", lo cual es muy infrecuente) y se terminó con una pieza sefardí, el recital de Nahzun buscó fundamentalmente embutir las Cantigas de Santa María en un ropaje orientalista. Para ello, más allá de la variedad tímbrica, por completo ucrónica, lejos de cualquier pretensión autenticista (dominaron lengüetas, flautas, cuerdas pulsadas y panderos), o de unas voces naturales, típicas del folk internacional, con algunos pequeños dejes aflamencados, el conjunto recurrió al ritmo, esa fue su gran aportación al repertorio alfonsí.

En el caso de Crucifigat Omnes, conductus  a 2 voces que aparece en diferentes fuentes con un sentido deambulatorio (como todos los conductus, por otro lado), simple, casi de marcha militar, ni la complicación rítmica ni la oscuridad textural ayudaron a su mejor entendimiento. En cambio las cantigas, cuya interpretación rítmica siempre ha generado enormes polémicas tanto musicológicas como prácticas, fueron ofrecidas con una visión de gran originalidad, gracias al empleo de ritmos típicos del Medio Oriente y del norte de África, algunos en 5/8 e incluso en 10/8. Esa vitalidad de las tradiciones orales que cruzaban el Mediterráneo de punta a punta durante la Edad Media se apreció especialmente ahí, en el recurso a unos ritmos que, pasada la explosión del Ars Nova y, sobre todo, el Ars Subtilior, acabaron convirtiéndose en extravagantes para la tradición occidental escrita prácticamente hasta el siglo XX.

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