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Nocturama | crítica

Reencuentro con la emoción

  • Los asistentes al Nocturama, que llenaron por completo los Jardines del Casino de la Exposición en la noche del jueves, se reencontraron con la emoción de las grandes citas musicales, en un entorno muy respetuoso con las medidas de seguridad

Chencho Fernández con el respaldo instrumental de All La Glory y Mercedes Bernal

Chencho Fernández con el respaldo instrumental de All La Glory y Mercedes Bernal / Óscar Romero

El festival Nocturama comenzó de la mejor manera posible: vendiendo todas las entradas de su noche inaugural. Y la gran asistencia de público se debió sobre todo al poder de convocatoria de Chencho Fernández acompañado por All La Glory, que sin ser la cabecera del cartel fueron los grandes triunfadores de una noche llena de magia, de expectativas y de ganas de superar la nueva realidad y todas las limitaciones que implica.

Chencho no es el mejor cantante de la ciudad, pero hay algo en él que nos atrae a todos sin importar cuántas veces se tambalee en una nota. Tiene muchas otras fortalezas compensatorias y anoche nos las dejó ver todas ellas, no solo es un gran compositor, sino que tiene un fabuloso sentido de la estructura compositiva; sus canciones son tan fuertes y memorables que superaron todas sus deficiencias técnicas, convertidas en poesía por derecho propio. Y los arreglos con All La Glory son una maravilla, una mezcla de dulzura y poder puro con una gloriosa interacción entre las dos guitarras y el bajo. Fue un absoluto placer escuchar a Juano Azagra e Isra Diezma apoyándose y contrastando sus guitarras, sublimando la energía del público en momentos preciosos como la alternancia de solos al final de Tiempo récord, una canción de la banda que Chencho incorporó a su repertorio porque es también coautor de ella.

Una decena de canciones en apenas una hora que a todos se nos pasó volando y que comenzó con Si alguna vez mueres joven y Este matrimonio no casa, para saltar luego a sus Baladas de plata con Un hit y Como se odian los amantes. Volvió al disco de Dadá para dejarnos la canción que lo cierra, Una buena noche, con un final instrumental espectacular en el que Chencho se retiró discretamente del escenario dejando que los músicos desarrollasen su arte, que fue muchísimo más allá que el del simple apoyo al cantante.

Chencho siguió desplegando todas su personalidades y exploró varios enfoques de la música, ofreciéndonos En boga con el saxo de Mercedes Bernal, sacando del segundo plano de los coros a Pilar Angulo para hacer de solista con él en La estación del Prado, convirtiendo en propia la mencionada Tiempo récord o golpeándonos con Noche americana. Dejando de lado, repito, sus deficiencias vocales, la carrera de Chencho Fernández lo establece claramente como el guardián de la llama y aquí con él volvimos a escuchar el sublime grito de libertad que conocemos como rock’n’roll. Y fue emocionante.

A su lado empalidecieron Guadalupe Plata, que cerraron la noche con otra muestra de que su música más que de canciones está formada de ejercicios de estilo sobre el blues rock y el boogie, que ahora como dúo –aunque Sebastián Orellana les llenase muchos huecos con su guitarra en la parte final- nota la falta del peculiar bajo que formaba parte de su esencia. June’s Kaleidoscope no fue la mejor elección para comenzar la fiesta, acogidas de forma distante y fría a pesar de que sus sensaciones intimistas y cálidas marcaron los mejores momentos de su concierto, muy por encima del pastiche celta en que convirtieron a Massive Attack o de su colaboración con Quentin Gas, a la que todavía hay que pespuntearle muchas costuras.

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