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Pájaro | crítica musical

Una noche de vértigo

  • El sábado se vivió en el Teatro Central una noche irrepetible de manos de Andrés Herrera y los componentes de Pájaro, la banda que celebraba su décimo aniversario, con algunos ilustres invitados como Riqueni, Martirio o Kiko Veneno

Andrés Herrera, el 'Pájaro'

Andrés Herrera, el 'Pájaro' / Laura Fer

Ignoro si los grandes autores del 98 y del 27, e incluso los artistas del Renacimiento, eran conscientes de que estaban dando forma a una generación que sería recordada eternamente. Salvando todas las distancias que ustedes quieran, en nuestra ciudad ocurre algo similar con una generación de músicos que se apartan de la forma de entender los convencionalismos establecidos y crean una forma de arte que, pasados muchos años, alguien señalará con un nombre que todavía no conocemos. Una creación musical que se recrea en ceremonias convertidas en liturgias que mezclan lo sagrado y lo profano dando lugar a noches de vértigo como la Madrugá o la que tuvo lugar el sábado en el Teatro Central, donde varios de esos artistas locales diferentes se reunieron en torno a los músicos que dan forma a la banda de Pájaro, celebrando con ellos los diez años transcurridos desde que Andrés Herrera dejase de derramar en los repertorios ajenos esos solos de guitarra que iban desde la calle Águilas en martes santo hasta un club de Memphis en sábado por la noche y crease una obra propia guardada para la posteridad en tres discos a los que aludía el nombre del espectáculo, De Santa Leone al Gran Poder, comenzado precisamente con las piezas instrumentales que abren cada uno de ellos, la que da nombre al primero y Corre chacal, corre, que inicia el tercero, para continuar con Sagrario y Sacramento, que lleva entre los versos de su letra el nombre de disco que completa la trilogía, He matado al Ángel. El remate de este primer tramo no pudo ser mejor que el recuerdo para el Señor de Sevilla, que durante esos momentos –tenía que ser hoy, precisamente hoy- se encontraba llenando de paz las calles de los barrios que más la necesitan.

Fue entonces cuando comenzaron a salir los invitados, siendo los primeros Los Saxos del Averno, que en diversas entradas y salidas respaldaron con sus instrumentos muchos de los grandes momentos, sublimando su interpretación en Ione, que comenzó con la batería de Antonio Lomas acompañando en solitario a los tres saxos con golpes de caja después convertidos en redoble de swing para abrir camino a la guitarra de Andrés, que siguió con aires de surf de forma tan natural que parecía que la fúnebre marcha la hubiese compuesto Dick Dale en lugar del maestro Petrella. La estética de la semana santa continuó de forma más honda con la llegada de Rafael Riqueni para sentarse a solas con Andrés y transformar el teatro en un lugar sagrado inundado por las notas de Amarguras que desprendía el nylon de sus guitarras. En el mismo tono continuaron mientras entraba de nuevo la banda al completo y la trompeta de Ángel Sánchez, ay, nuestro Ángel, tendía una alfombra de terciopelo sobre la que la bailaora Carmen Torres convirtió la interpretación de Palo Santo en algo irrepetible.

Martirio rezó más que cantó Salve Madre acompañada por los compases de banda de palio construidos con guitarras y saxos y dejó su lugar a su hijo, Raúl Rodríguez, con un tres flamenco -fusión del tres cubano y guitarra flamenca, único existente, construido para él- en sus manos, que es más un concepto que un instrumento musical, tan libre de normas y pautas que de él sacó una musicalidad personal embelesadora; paró el tiempo en su introducción a Las criaturas y después puso el contrapunto a la guitarra de Andrés en la versión más maravillosa que se haya podido escuchar nunca de Rezaré. Íbamos camino a la gloria y a ella llegamos cuando Raúl Fernández dejó en Tres pasos hacia el cielo el solo de guitarra que querrían escuchar las masas de espectadores de los conciertos de Wilco. No me atrevo a decidir si fue el mejor solo de la noche porque el que hizo cerrando el set fue una apoteosis y le dio el punto perfecto de sabor a unas Luces Rojas que Kiko Veneno había dejado totalmente sosas. Miguel y Ale Motoreta’s, minutos antes quedaron algo desdibujados también, probablemente por una falta de ensayos que dejó las Lágrimas de plata reducidas a cobre.

Cuando Pájaro volvió a salir, Ángel nos hizo asomar lágrimas de oro en Apocalipsis y todos los participantes se unieron en A galopar, permitiéndonos ver una estampa inédita hasta ahora: ¿alguien había visto alguna vez antes a Riqueni tocar la guitarra de pie?

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