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Pepa Montes y Ricardo Miño | Crítica

Las lecciones de Pepa Montes

Pepa Montes presentó 'Sevilla en mis brazos' en los Jueves Flamencos.

Pepa Montes presentó 'Sevilla en mis brazos' en los Jueves Flamencos. / Grupo Joly

La primera es el arte del silencio. La constatación de que sentido del ritmo y hasta compás exacto no es sinónimo de violencia, como demostró en las escobillas. Que se puede ser sutil y absoluta. El arte d pararse en la escena, de recorrerla con parsimonia. El arte de las manos a cámara lenta: otra voluta que se eleva en el aire, otro arabesco que se dibuja en las sombras. La lección de que el baile no está sólo en los pies, que también participan del mismo la cabeza, los hombros, las muñecas, las caderas. El arte de eso que se ha dado en llamar Escuela Sevillana de Baile, que es una marca fabulosa de algo que nunca existió: esto lo inventó la madre de Pastora Imperio, una gaditana llamada Rosario la Mejorana. Es decir que en Cádiz se bailaba igual que en Sevilla, en Jerez, en Málaga. Fue el turbulento siglo XX y la figura arrolladora de Carmen Amaya la que cambió el baile de mujer. Y eso que anoche no hubo bata de cola, que es el buque insignia de esa escuela. Sutil en la soleá, poderosa en las cantiñas y elegante, solemne, en el garrotín. Esas fueron las lecciones de una maestra sevillana.Ricardo Miño hizo su rondeña, esa que lleva casi cuarenta años haciendo, desde que fue premiada en el Concurso de Córdoba. Me resultó larga en exceso con el añadido del cante de Segundo Falcón y el baile de Bellido. Se notó que esos dos elementos eran un puro añadido.Segundo Falcón cantó con muchas ganas toda la noche, destacando en la soleá. María Peña protagonizó el número titulado Utrera que no fue otra cosa que un tango porteño por bulerías, Las cuarenta, de Grela y Gorrindo. Poderosa en las cantiñas del Pinini y el Romance del Conde Niño.

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