Cultura

Perianes al cuadrado

Programa: Concierto para piano y orquesta nº 1 en Do mayor, op. 15, de L. van Beethoven; Concierto para piano y orquesta nº 21 en Do mayor KV 467, de W. A. Mozart. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Piano solista y director: Javier Perianes. Lugar: Teatro Sierra de Aracena. Fecha: Jueves, 27 de febrero. Aforo: Lleno.

En una magnífica iniciativa de llevar a la ROSS fuera de su ciudad con una pequeña gira por Aracena y Nerva, el interés sustancial de estos conciertos era asistir de primera mano a la que puede ser una cita para la intrahistoria musical andaluza: la faceta de Javier Perianes como director de orquesta. Resultados: inmejorables. Sobre todo tratándose de un programa a la medida del pianista de Nerva, con dos obras incomparables sobre las que ha posado sus manos y su mente analítica y poética a la vez en muchas ocasiones, lo que le permite entrar en ellas con finura de análisis y ofrecernos unas versiones de gran personalidad. El trabajo de ensayos con la ROSS ha debido de ser muy fructífero y fecundo, porque el conjunto respondía con exactitud y empaste a las indicaciones dinámicas. Perianes aligeró sustancialmente el sonido de la orquesta, tanto con un orgánico reducido como por un eficaz control del vibrato (más en Mozart que en Beethoven) y una articulación mediante arcos cortos, staccato y abundancia de acentuaciones, lo que redundó en unas versiones llenas de energía, de sutiles cambios, de regulaciones dinámicas.

Y, además, estaba allí el Perianes mago del sonido del teclado, capaz de extraer matices dinámicos impensables en el piano (maravillo bis con el Nocturno Op. post. de Chopin), desde los contundentes acordes iniciales de Beethoven al fraseo más delicado, aderezado de suaves dosis de rubato, en sendos movimientos lentos. Con poco pedal, sobre todo en Mozart, el piano cantó de manera nítida merced a una pulsación enérgica pero contenida, más picada que ligada, de manera que podían ser perfectamente reconocibles todas y cada una de las notas de las escalas y arpegios. Si a esto se le añade la claridad y la transparencia del tejido orquestal, tendremos el resultado de unas interpretaciones depuradas, bellas sin exageraciones romantizantes, cristalinas y poéticas.

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