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la cocina de los ángeles | Crítica de Danza

Plasticidad luminosa

'La cocina de los ángeles' en el marco del Teatro Romano de Itálica

'La cocina de los ángeles' en el marco del Teatro Romano de Itálica / Lolo Vasco

El espectáculo La cocina de los ángeles, una coproducción del propio Festival de Danza de Itálica, Teatro del Velador y GNP, ha clausura esta edición de Itálica’19 que ha contado con 18 espectáculos entre las programaciones del Teatro Romano, la Casa de la Provincia, el Monasterio de San Isidoro del Campo y el Paseo Cristina (calle).

Juan Dolores Caballero y Pilar Pérez Calvete firman esta propuesta que cuenta con el sello indudable de Caballero en cuanto a la creación de los personajes y con la experiencia de Calvete como consumada coreógrafa que le saca un partido extraordinario a sus siete bailarines (todos provenientes de la Escuela del C.A.D que, por cierto, no ha abierto este año convocatoria para que se matriculen nuevos alumnos por lo que se oscurece, aún más, el horizonte de la danza en Andalucía).

Juan Dolores Caballero sigue ahondando en su ya característica visión del mundo que se ocupa de lo marginal, de lo que está fuera de la norma, de lo feo. La locura, como tema, no le es ajena y, quizás, esto se convierta en un hándicap para disfrutar del todo de esta ‘Cocina de los ángeles’ en los que gana, sin duda, el baile y la coreografía de Calvete sobre la dramaturgia del director. Los personajes están perfectamente dibujados e imaginamos el trabajo, ímprobo, de los bailarines para incorporar las ‘taras’ a su baile, pero llega un momento que el espectáculo solo busca la plasticidad, y lo consigue, pero no se profundiza en ninguna historia.

La música de Sancho Almendral, hijo de Caballero y de la compositora Inmaculada Almendral y la primera vez que colabora con el Teatro del Velador, basada en el violonchelo aporta, por momentos, la locura que le falta al espectáculo.

La dureza de la música desasosiega mientras que la prístina belleza de la danza de Calvete calma.

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