Poética del espacio infantil

Alfonso Crespo

02 de junio 2013 - 05:00

Compañía Barataria. Dirección y dramaturgia: Juan Arjona. Coreografías: Manuel Cañadas. Diseño de escenografía: José Manuel Fernández. Vestuario: Azucena Ramírez. Intérprete: Natalia Arjona. Lugar: Sala La Fundición. Fecha: Sábado 1 de junio. Aforo: Media entrada.

La imaginación al poder. En este caso la de una niña-grande, solitaria, encerrada en el círculo de su habitación, donde caben mundos y se corrobora aquello de que todo acto creativo nace de lo desértico. El viajecito tiene a Natalia Arjona desatada emocional y físicamente, y hasta hubo niños (sobre todo los más cercanos a los ceroaños, no tanto los mayorcitos) que se asustaron un poco con la brusquedad de sus gestos y la celebración del grano de su voz. No pasa nada, mejor llorar en el teatro que en el hogar, y en todo caso estaban ante un igual: la actriz, la fingidora, que pasa del llanto a la risa como presa de un misterioso sortilegio.

Esta apología de la soledad sonora, del cuarto de juegos como estimulante imaginario en el que se revierte el curso de la razón y regresa triunfante el tiempo de las correspondencias mágicas y el animismo de lo yerto (juguetes, objetos cotidianos), tiene un argumento sencillo que habla a los pequeños en su idioma y les recuerda a los adultos todo aquello que han perdido en el camino. Y es que estamos en una intersección de recuerdo y olvido; vamos de la mano de una niña que busca a su peluche Pepe entre los pliegues y veredas de un ocio ya espídico, ya aburrido. Grandota y algo patosa, la adulta-niña oscila entre el sentimiento de pérdida y el abandono gozoso que depara la aventura, colisión de intereses que se superponen y contaminan hasta la feliz confluencia de lo concreto y lo abstracto, lo fijo y lo móvil, cuando el juguete perdido emerge de un mar de telas provocando el contento y el aplauso de la audiencia. Seguro que lo repetirán en casa.

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