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El rastro de la Historia

El torero y líder revolucionario que llamó la atención de Marx y Galdós

Marx, Pucheta y Galdós. De fondo, el cuadro de Lucas Velázquez  sobre la Vicalvarada.

Marx, Pucheta y Galdós. De fondo, el cuadro de Lucas Velázquez sobre la Vicalvarada. / Montaje JC Zambrano

Fue un torero mediocre y un activista de primera fila en la revolución de julio de 1854, la que fue conocida popularmente como la Vicalvarada. Su destacado papel en aquellas jornadas violentas en el centro de Madrid quedó plasmado en los sugestivos análisis que Karl Marx hizo de la realidad española y en O'Donnell, una de las novelas del amplio ciclo Los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós, probablemente el mejor novelista español tras Cervantes. Nos referimos a José Muñoz Benavente, Pucheta. Aquí va su historia.

Aunque existe el prejuicio de que los toros son un fenómeno rural, lo cierto es que la tauromaquia nació fundamentalmente en las ciudades, principalmente en los entornos de los mataderos, como bien ha señalado el historiador Adrian Shubert. Este es claramente el caso de Pucheta, que nació en Madrid el 18 de noviembre de 1817 y cuyos primeros empleos fueron en el matadero de aquella convulsa corte posterior a la Guerra de Independencia. Desde muy temprano, Pucheta, hombre valiente y un punto irreflexivo, tentó suerte en el mundo de los toros, donde empezó como puntillero. Como señala José Luis Ramón Carrión en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia (RAH), debutó como novillero en Madrid el 14 de diciembre de 1845 y en 1849 lo vemos como medio espada (un escalafón intermedio entre novillero y matador vigente en aquellos años y hoy desaparecido). Todas las fuentes, sin embargo, señalan que Pucheta no tenía especiales dotes para el toreo, aunque su especial personalidad y su valor le permitieron hacer algo de carrera, llegando a torear con el mismo Cúchares.

Aún de novillero le sorprendió a Pucheta la Vicalvarada o Revolución de Julio. Esta se desató debido a un intento de pronunciamiento del general Leopoldo O'Donnell para derribar al Gobierno moderado del momento, aunque pronto derivó en una revuelta descontrolada en la que Pucheta tuvo un papel muy destacado. Y lo tuvo como cabecilla exaltado de los efectivos revolucionarios que controlaron con sus barricadas la zona de la Plaza de la Cebada y la calle de Toledo en Madrid. Es entonces cuando se produjo un rocambolesco y sangriento hecho que confirmó a Pucheta como líder revolucionario. Gracias a la traición de una amante despechada, según algunas fuentes, el torero consiguió localizar en una habitación secreta de su domicilio de la Plaza de los Mostenses al jefe de la policía Francisco Chico, que en ese momento se encontraba muy enfermo. Eso no impidió que los revolucionarios, liderados por Pucheta, lo trasladasen en un colchón hasta la Plaza de la Cebada, entre todo tipo de insultos proferidos por la muchedumbre. Allí se procedió a su fusilamiento. Auqel suceso truculento forjó la gran popularidad del todavía medio espada, quien aprovechó su fama para tomar la alternativa como torero en agosto de 1854 en una corrida celebrada a beneficio de los heridos, viudas y huérfanos de "aquellas gloriosas jornadas". Entre sus compañeros de cartel estaba Cúchares, a quien algunas fuentes sitúan también en las barricadas en aquellos días de julio, aunque sin el brío y la pasión de Pucheta.

Abel Murillo, en su web Historia del toreo, refiere una anécdota, probablemente apócrifa, de la que no se citan las fuentes, pero que es ilustrativa de la impetuosidad del torero, así como de la poca estima que le tenía la afición como matador. Al parecer, en plena revolución, Pucheta fue parte de una comisión de toreros que visitó a Isabel II para convencerla de las razones de los amotinados. Cuando vio que la monarca se escudaba en la legalidad para no hacerles caso, le espetó:  “Señora, todo eso es …pura mierda. Ni leyes ni historia. Aquí quien mandamos somos nosotros y se hará lo que digamos”. A lo que la Borbón le respondió: "Todo eso me parece muy bien, pero arrímese a los toros con más frecuencia y acertará mejor a comprender lo que es la justicia bien administrada”. Otra anécdota famosa es la que cuenta José María Cossío, también según José Luis Ramón Carrión: “un espectador le gritó cuando trataba de descabellar el tercer toro, con el que se había mostrado medroso y descompuesto: ‘Esto no es andar con el trabuco ni asesinar a Chico’ [...]. No lo sufrió en calma el torero, que se dirigió al espectador descompuestamente, produciéndose un verdadero tumulto”.

Con la Vicalvarada dio inicio lo que en España se conoce como el Bienio Progresista, que supuso entre otras cosas el regreso del general Espartero a la presidencia del Gobierno. En estos dos intensos años, donde entre otras cosas se inició la llamada desamortización de Madoz, Pucheta medró en cargos públicos de medio pelo. Cuando se puso fin a esta etapa, gracias a la contrarevolución de O'Donnell, el torero totalmente señalado quiso huir, pero fue abatido por un oficial de Caballería en las afueras de Madrid, después de volver a demostrar su valentía en las barricadas, el 16 de julio de 1856.

Como decíamos al principio, la acción revolucionaria de Pucheta llamó la atención del mismo Marx, quien lo llega a mencionar cuatro veces en su extensa obra, según un amplio artículo sobre el asunto del prestigioso historiador francés Pierre Vilar, Marx ante la historia de España. En este texto, entre otras cosas, se cita una carta de Marx a su amigo y mecenas Engels (el 22-7-1856) en la que asegura: "Epartero y Pucheta, en la comedia española: nunca la historia ha enfrentado tan brillantamente al héroe burgués liberal con el héroe de la plebe". Aunque Marx no tuvo ninguna admiración por Pucheta, al que veía como un aventurero sin verdadero alcance político, pero sí lo consideró, siempre según Vilar, como el inventor de la "guerrilla urbana".

Galdós, por su parte, tampoco se olvida de Pucheta en su novela O'Donnell, de Los Episodios Nacionales, donde lo nombra varias veces. Dejamos como colofón la descipción que hizo el genial escritor canario de nuestro personaje: "El jinete de la derecha, el que vimos por la parte de acá, era Pucheta, con blusa de dril y un plumacho en el sombrero. ¡En qué manos está la Libertad, cojondrios! Y al lado de Pucheta, a la parte de adentro, iba la Generosa Hermosilla, hermana de esta buena pieza..."

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