ROSS. 5º de abono | Crítica

Levedad, levedad y sólo levedad

Daniel Smith en el podio de la ROSS

Daniel Smith en el podio de la ROSS / Guillermo Mendo

Ravel compuso Le tombeau de Couperin como un doble homenaje a la escuela de clavecinistas barrocos franceses y a sus amigos muertos en la Gran Guerra. Cuando en 1919 decidió orquestarlo, eliminó Fuga y Toccata, los dos números ajenos al universo de la suite clásica, y así, mirando más a la suite cortesana que a los ojos de la muerte, ofreció Daniel Smith la obra, que sonó límpida, clara, rápida, muy rápida, bien articulada y fraseada, pero poco incisiva en los acentos y aligerados sus contrastes armónicos y dinámicos.

La ROSS decidió escoger la versión original (camerística) de El carnaval de los animales (¡bravo!), pero añadirle los plomizos y prescinidbles textos recitados de Francis Blanche, que sólo arruinan la gracia del encadenamiento entre secciones e incluso destripan (como spoilers) algunas de las sorpresas previstas por Saint-Saëns (el can can en Tortugas, por ejemplo). Los once solistas tocaron con encendido entusiasmo en una magnífica caracterización de cada número de esta divertida fantasía zoológica. Si hay que eligir, resultó maravillosa la irisación de colores de Acuario.

La Petite Suite es un Debussy menor y Smith le otorgó la levedad y agilidad requeridas. La juvenil Sinfonía de Bizet fue resuelta con jovial impulso, pero sin atropellos, con empaste y claridad sobrados y muy bien jugada la baza del encanto tímbrico, especialmente en esa sensual y orientalizante melodía del Adagio en la que se extasía el oboe. Todo fue ligero y elegante, como siguiendo la recomendación del Arte poética de Verlaine: la música ante todo, sin nada que pese o pose.

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