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RECITAL DE RAMÓN VARGAS | CRÍTICA

Pasión y calor tras el tiempo

Ramón Vargas

Ramón Vargas / DS

El guadalupano Ramón Vargas es una buena muestra de toda una generación de tenores líricos hispanoamericanos que se dieron a conocer en los años noventa gracias a la calidad de sus voces y la efusividad emocional de sus interpretaciones. En el caso de Vargas el salto a la fama lo daría en 1992 al sustituir en el Metropolitan a Pavarotti y desde ahí desarrolló una carrera más centrada en el repertorio lírico puro y alejada de los papeles lírico-ligeros de sus inicios.

En el estado actual de su voz, ésta sigue obedeciendo a la del tenor lírico y el repertorio elegido para su presentación sevillana así lo corroboraba, pues la única pieza algo más exigente en materia de articulación fue la Tarantella de Rossini. El tiempo ha ido dejando sus huellas sobre la voz del mexicano, que ya no suena con el brillo y la calidez de años atrás. Se aprecian veladuras en el giro de la voz, se manifiestan roces cuando hay que bajar en piano y las notas superiores son emitidas en semi falsete repetidamente. En tales circunstancias, la voz corre en una franja en la que se refugió de manera sistemática, la zona central y siempre en forte, anulando así el efecto expresivo del inicio del aria de Lenski y desaprovechando la posibilidad de un progresivo crescendo en Nebbie.

A los sonetos de Petrarca/Liszt les faltó mayor matización en el fraseo, pero en las canciones de la segunda parte, más en su terreno, consiguió versiones llenas de fuerza y pasión. Y ello con la complicidad del delicado y cuidadoso piano de Bachtouridze.

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