SCRAPPER | CRÍTICA

Realismo social y ternura en una comedia pos-dickensiana

La actriz Lola Campbell en la película.

La actriz Lola Campbell en la película. / D. S.

Tras haber obtenido reconocimiento y premios con sus cortometrajes la inglesa Charlotte Reagan debuta con buen pie en el largometraje con esta comedia escrita y dirigida por ella que obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Festival Sundance.

Interesada, en parte por sus orígenes, en el cine social Reagan aborda la historia de una niña de 12 años que, tras la muerte de su madre, intenta arreglárselas sola en una zona suburbial bajo la vigilante, a la vez amenazadora de su libertad y protectora de su indefensión, mirada de los servicios sociales. Hasta que aparece su desconocido padre, un tipo irresponsable y más inmaduro que su hija. La película trata de la relación entre ellos en un tono que bajo una superficie de realismo social cuenta una historia llena de una ternura afortunadamente no pegajosa.

Con entusiasmo de debutante Reagan explora algunas arriesgadas posibilidades expresivas y narrativas que unas veces (las más) funcionan mejor y otras (las menos) peor, dando a su película un tono entre realista, sentimental y mágico con buenos apuntes cómicos que puede recordar en sus mejores momentos la combinación de realismo social y melodrama de las novelas de Dickens -con sus pequeñas heroínas como la Nell de Tienda de antigüedades o la Amy de La pequeña Dorrit-, del Mike Leigh de Secretos y mentiras o del Winterbottom de Wonderland. No alcanza a ninguna de ellas, y menos a Dickens, por supuesto. Pero se valora el intento, en no pequeña parte logrado, de aunar el realismo suburbial con una mirada tierna y optimista sobre la condición humana. Y el valor de insertar elementos lindantes con lo fantástico.

Deben valorarse sobre todo las muy buenas interpretaciones de la pequeña y estupenda debutante Lola Campbell -un descubrimiento- y de Harris Dickinson, que dan a sus personajes las dosis exactas de desvergüenza, despiste, defensiva indefensión y ternura. Buen arranque de una carrera prometedora. Y un regalo casi prenavideño por su tono pos-dickensiano.   

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