Una Noche de Rock Desesperada | crítica

Loor de nacionalismo andaluz

  • La Sinfonía del Rock Andaluz que sirvió de homenaje a Pepe Roca en su retirada de los escenarios discurrió en la noche del jueves con grandes altibajos en el abarrotado auditorio de Fibes.

Pepe Roca y Manuel Carrasco

Pepe Roca y Manuel Carrasco / Luca de Tena & Pardo

La brillante Obertura del preámbulo, con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla dirigida por Francisco Escobar, lanzando al aire los hermosos acordes con que Joan Albert Amargós había adornado piezas clásicas del rock andaluz como Noche andaluza y Tu frialdad hacía presagiar un espectáculo que en realidad devino en un camino lleno de altibajos. La altura de Eva Yerbabuena rompiendo con sus brazos la dulce atmósfera que creaba el cello y marcando con su taconeo, junto a la caja, la percusión de Ojos de triste llanto, contrastó con la desigual interpretación, a modo de hilo conductor, de las canciones de Pepe Roca, a pesar de que en Aires de la Alameda le acompañó Manuel Carrasco, en una aparición casi testimonial que hizo estallar el delirio del abarrotado auditorio. 

Lorena Gómez puso su voz, esta sí maravillosa, al servicio de En el lago y Abre la puerta y Manuel Imán subió más el listón con las cristalinas notas de su Darshan ascendiendo por encima de las de toda la Sinfónica y al comenzar, sentado al piano, con la adaptación de Niños que terminó Diana Navarro, poniéndole el quejío flamenco que después le faltó al acompañar a Pepe Roca en Amanecer en el Puerto.

La entrevista de Carlos Herrera fue una tediosa interrupción del hilo, solo un pretexto para mostrar las influencias de Pepe, que se lució, con la sola ayuda del piano de Álvaro Gandul, en unas estrofas de La bien pagá llenas de sentimiento, bajando el tono con las de Curro el Palmo, Sangre caliente y demostrando que Hey Jude es una de esas canciones que nadie es capaz de estropear por mucho empeño que ponga en ello. La lasitud continuó con dos canciones de Alameda a dúo con Manuel Lombo, antes de que Manglis y Andrés Olaegui intentasen dar brillo a Hijos del Agobio con sus guitarras tapadas por las maderas, vientos y metales, aunque nos dejaron unos solos magníficos inmersos en los arreglos orquestales de Guadalquivir y Baila gitana.

Argentina cantando ante un micrófono mudo fue una fastidiosa incidencia en un sonido que Sitín Ubreva manejó con gran solvencia logrando hacer brillar la guitarra eléctrica de Álvaro Girón a pesar de estar oculta en un rincón del escenario, o convirtiendo la guitarra flamenca del Niño de Pura en una fantasía desplegada ante toda una Orquesta Sinfónica. Una vez sustituido el micro la voz de Argentina resultó impactante; mucho más aquí sola que luego, en La leyenda del tiempo, junto a las de Joana Jiménez y Arcángel, que salvó después el Juncal de Pepe Roca con unos fandangos plenos de embeleso.

La confusión de Pepe al anunciar antes de tiempo el climax preparado para el final quizás le ofuscó y su dueto con David de María resultó penoso en la unión de dos maravillas como Recuerdos de una noche y Rumor. David se llevó luego Tu frialdad a su terreno, arrastrando también al entregado público. María Espinosa glorificó el Aire cálido de abril que compusiese Rafael Marinelli; los de Medina Azahara, por su letra, la tesitura de sus voces y la forma de cantarla, hicieron que Córdoba pareciese interpretada por una comparsa gaditana sinfónica y tras el Alba de luna de Pepe se inició la recta final, con Jesús de la Rosa en la pantalla, en una interpretación de Triana de Una noche de amor desesperada a la que acompañó la sección de cuerdas de la orquesta, terminando en loor de nacionalismo andaluz con la reivindicación de Mi identidad de Pepe Roca y la interpretación del himno de Andalucía como en un acto institucional, que en realidad fue a lo que asistimos.

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