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Crítica de Música

El Romanticismo traslúcido

Schumann y Brahms tantas veces convocados en programas compartidos adquirieron ayer en la interpretación de estos tres estupendos solistas de la ROSS un tono más fresco que ardoroso, más primaveral que otoñal. La primera de las tres piezas de la Op.73 de Schumann sonó más ensoñadora que elegíaca, de colores netos, sin las irisaciones de las que es capaz un instrumento como el clarinete. Szymyslik optó por una visión directa, que puso más énfasis en la limpieza de la frase que en la profundidad emotiva, y el piano de Postnikova lo siguió con la sensibilidad en la pulsación y el control agógico que caracteriza siempre a esta soberbia música rusa. El toque folclórico de la Op.102 brotó desde la primera pieza. Nancu manejó dinámicas estrechas, pero dio sentido a cada frase y a cada acento en unas interpretaciones risueñas y ligeras más que brillantes.

Paradójicamente, pareció que la forma pudo más que la expresión en la música de Schumann y, sin embargo, en Brahms, el formalista, esa pátina que siempre rezuma la música romántica, habitualmente nostálgica, caló con más fuerza (Adagio, de una hermosísima atmósfera ensoñada que conectó con la primera pieza schumanniana). De igual forma ocurrió con la intensidad expresiva en el contrastado Allegro final, marcado por el vehemente arranque de un violonchelo fogoso y apasionado, que los dos compañeros siguieron con una mezcla de elocuencia y efusividad que sirvió para apreciar tanto la enorme altura técnica y musical del trío como su visión de un romanticismo alejado de los tópicos sombríos para dar valor a los matices más distinguidos y despejados de una luz, en todo caso, filtrada por ocasionales arrebatos de melancolía.

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