Sono-Escénica | Crítica

Electrónica, saxo y demagogia

Javier Campaña y Miguel Romero durante su concierto.

Javier Campaña y Miguel Romero durante su concierto. / P.J.V.

La virtuosística Épodo del zaragozano Jesús Torres, una obra con dos décadas de vida que ha tenido bastante suerte tanto en concierto como en el medio fonográfico, abrió esta nueva edición del Festival Encuentros Sonoros, ofreciendo un muestrario de las posibilidades tanto del saxofón tenor como del sevillano Miguel Romero, dominador de todos los recursos expresivos, musicales y físicos de su instrumento.

Manejada por Javier Campaña, la electrónica entró en juego en una pieza reciente (2019) del madrileño Sergio Blardony, Después del incendio, toda la noche, en la que se muestran muchas de sus obsesiones, como el trabajo sobre los textos de Pilar Martín Gila, el ruido multiforme (y misterioso) de la síntesis electrónica y el juego de confusiones entre el sonido del saxo en directo y la electrónica. Tanto la obra de Blardony como Plexus (2009) del mexicano Arturo Fuentes contaron con proyecciones de vídeo que, unidas al carácter musical de las piezas, parecieron inducir siempre a un desasosiego del espíritu, ya fuera en las ráfagas de un lóbrego pasillo con ventanas como en la de una serie de evoluciones de diversas figuras geométricas.

Cerró la espectral Phitolith del japonés Naoki Sakata, obra que recurre a la live electronic, esto es, a la devolución a la sala, convenientemente manipulado a través de un programa de software, del sonido del saxo recogido en directo. Aunque sin proyecciones, la obra abundó en el carácter inquietante de la música de todo el recital.

La extrema abstracción sonora de la propuesta se vio compensada por una serie de así llamados sketchs media de cristalina y muy concreta vocación política. Hay que eliminar de esta ecuación al primero, adelanto de los textos de Martín Gila usados en la obra de Blardony. Luego vimos los famosos tres minutos viralizados de la intervención de la congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez denunciando la corrupción de la democracia estadounidense ante una comisión de las Cortes americanas. Después, la niña Greta en todo su esplendor mediático, afeándoles a unos hombres que podían ser sus bisabuelos que eran unos inmaduros y por eso ella había tenido que dejar su escuela en Suecia, para hacerles conocer la verdad. Todo acabó con el discurso final de Chaplin en El gran dictador, cuyo contexto es el de 1939-40, justo en el principio de la SGM. Por si no nos habíamos dado cuenta de qué iba la cosa.

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