Stile Antico | Crítica

Una cierta teatralidad polifónica

Stile Antico en el Espacio Turina

Stile Antico en el Espacio Turina / Aníbal González (Femás)

Cantan en semicírculo y con las tesituras mezcladas, pero Stile Antico sigue representando a la perfección el estilo polifónico inglés: la belleza sonora se sobrepone a cualquier otra consideración, y por momentos uno no puede menos que sentirse extasiado ante una mezcla vocal tan exquisita, con un tipo de emisión igual, una afinación sin mácula y una brillantez tan pulida. Así, aunque Dum transisset Sabbatum de Taverner se construya a partir del cantus firmus colocado en una voz baritonal, son las voces agudas las que terminan por dominar, creando efectos sin duda subyugantes.

El empaste y la homogeneidad vocal son atractivos, pero acaban cobrándose su factura en otros aspectos interpretativos, como la individualidad de las voces. Curiosamente en Ecce Vicit Leo de Peter Philips, una jubilosa pieza pascual a 8 voces, ese carácter propio de cada cantante se proyectó como en ningún otro momento de la velada, generando un efecto que, a otra escala ya se había escuchado en el Hosanna de Thomas Weelkes, el de una exuberancia apoyada en una cierta teatralidad retórica.

Stile Antico está formado por doce cantantes, y eso le permite jugar a cambiar los formatos, a potenciar contrastes texturales o simplemente de masa. Por ejemplo, en los dos responsorios de tinieblas de Tomás Luis de Victoria, el grupo dejó las secciones intermedias, en las que el compositor pasa de cuatro a tres voces, para el canto de solistas, enfatizando así ese contraste de texturas. No dejó de resultar curioso que siendo Tenebrae factae sunt un responsorio escrito para dos voces de soprano, una de alto y otra de tenor, el grupo usara a los seis cantantes masculinos buscando en la gravedad el énfasis dramático que pide la pieza.

Fue en cualquier caso en el Miserere de Allegri en la obra en la que el grupo forzó más el sentido teatral de su interpretación: el coro a 5 en escena, el coro a 4 respondiendo desde fuera, desde el foyer del teatro, y el solista que hace la entonación gregoriana en un palco del segundo piso. La espacialidad usada expresivamente. El canto solístico (como en las obras de Leonora d’Este o Sheppard) refuerza la transparencia y facilita otro recurso teatral: el contraste con la masa. Así acabaron, con Tomkins y toda la potencia de sus doces voces centradas en brindar un final en punta.

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