'Subruralismo mágico'

'Amanece, que no es poco'. José Luis Cuerda. Pepitas de Calabaza. Logroño, 2013. 312 páginas. 23 euros.

Manuel J. Lombardo

20 de octubre 2013 - 05:00

Amanece, que no es poco (1989) ocupa un lugar de culto en la historia del cine español. Un culto que gana adeptos ("amanecistas") a medida que el filme es descubierto por nuevas generaciones como rara avis del cine de la Democracia con su insólito humor absurdo, su carácter fragmentario, su reparto coral inigualable (Ciges, Sazatornil, Cassen, Alexandre, Bautista, Resines, Montllor, Diego, Lampreave...), sus delirios culturalistas en pleno ámbito rural, su picaresca irreverente y su hormigueo berlanguiano. Un ovni cinematográfico urdido por la mente albaceteña de un José Luis Cuerda que dio rienda suelta a un arsenal de recuerdos de infancia, leyendas, disparates verídicos, ocurrencias, personajes, situaciones y diálogos más propios de una obra de vanguardia agraria que de una película comercial subvencionada.

Así, este western con sidecar, esta película "inteligente, jubilosa y una miaja borde", convoca a forasteros venidos de Oklahoma, a un suicida permanente, a hombres que nacen de la tierra, a mujeres elegidas cada año para su rol social, a un negro catecúmeno, a un cura al que aplauden cada levantamiento de hostia, a un guardia civil que se "caga en el Misterio" disparando al sol, a un maestro que enseña cantando gospel, a un suplantador de Faulkner, a unos labradores que entonan madrigales o a unos universitarios yanquis en un pueblo anclado en su delirante tiempo propio.

A punto de cumplirse 25 años de su estreno, Pepitas de Calabaza saca a la luz el guión (comentado y anotado) de aquella película única, controvertida e irrepetible, un documento que permite rememorar cada escena, leer por primera vez aquellas otras que no se rodaron o fueron descartadas en el montaje final, e imaginar la serie de televisión (Ab urbe condita) que, en principio, iba a salir de unos mismos materiales. Aprovechando la ocasión, y a modo de prólogo, Cuerda pone orden en sus recuerdos de infancia y juventud y relata sus primeros pasos en la profesión, sus convicciones de narrador clásico y, muy especialmente, los avatares y anécdotas que acompañaron aquel rodaje en varios pueblos de Albacete y la posterior recepción de la película.

La edición, primorosa, incluye además numerosas fotografías del rodaje y la película.

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