Cultura

Todas somos Carmen

yo, carmen. Cia. María Pagés. Dirección y coreografía: María Pagés. Dramaturgia: El Arbi El Harti. Baile: María Pagés, Eva Varela, María Vega, Virginia Muñoz, Marta Gálvez, Nuria Martínez, Jualia Gimerno y Sara Pérez. Cante: Ana Ramón, Lorena de Diego. Guitarra: Rubén Levaniegos y José Carrillo 'Fyty'. Percusión: Chema Uriarte. Violonchelo: Sergio Menem. Violín: David Moñiz. Música: George Bizet, Sebastián Iradier, Rubén Levaniegos, Sergio Menem, David Moñiz y María Pagés. Letras: María Zambrano, Akiko Yosano, Marina Tsvetáyeva, Marguite Yourcenar, Margaret Atwood, Belén Reyes, El Arbi El Harti y María Pagés. Diseño Iluminación: Pau Fullana. Diseño de vestuario: María Pagés. Ayudante de coreografía: José Barrios. Fecha: Miércoles 14 de septiembre. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Lleno.

Vaya como premisa que, como ha sucedido en la mayoría de las ocasiones en que una compañía de baile ha afrontado el complejo personaje de Merimée, la Carmen de María Pagés tiene poco que ver con el mito de la cigarrera sevillana.

Para la bailaora, dicho personaje no ha sido más que un punto de partida para hablar de la mujer y de su papel en la sociedad actual. Mujeres de carne y hueso y de todas las latitudes, que comparten las mismas vivencias -amor, desamor, maternidad, necesidad de enriquecimiento intelectual mientras se le pide que mantenga la casa limpia- y las mismas presiones, como las relativas al físico en un mundo de puras apariencias.

Para ello, María Pagés no ha tenido que recurrir más que a su propia compañía, en la que militan siete bailaoras y dos cantaoras. Diez Cármenes en escena, inspiradas por algunos textos poéticos de diferentes autoras, como un haiku de Akiko Yosano o un poema de Margaret Atwood que la compañía tiene la deferencia de repartir con el programa.

No hay en esta ocasión ningún elemento escenográfico sorprendente, ninguna cantante invitada de otra cultura músical, como ha sucedido en sus anteriores espectáculos. También la estructura de la pieza parece haber seguido la máxima de la simplificación, aunque con la limpieza y la calidad formal que la caracterizan.

Con dramaturgia de Al Arbi El Harti y con unas músicas en las que los palos flamencos se mezclan con distinas piezas de la célebre ópera de Bizet se van sucediendo las escenas de grupo con algunos solos de Pagés, tal vez menos presente en solitario para primar el carácter fundamentalmente coral del trabajo.

No faltan en Yo, Carmen los recursos típicos de la compañía sevillana, como el uso de las castañuelas o esos humorísticos tanguillos recitados que todos esperan ya y que en esta ocasión giran en torno al caos del bolso de una mujer y a la defensa de lo natural ("mi barriguita y mis patas de gallo...) frente a los artificios que preconizan las revistas femeninas. Previamente, la música del segundo acto de la ópera de Bizet (la escena de la taberna) servía para que el grupo de las ocho féminas, con delantal y plumero, bailara una dinámica coreografía, digna de un gran musical.

Con todo, hay una gran sinceridad en el espectáculo y, junto al humor de ciertas situaciones, a los adornos y a los colores de algunos trajes, siempre hay una transformación al revés, un despojarse capa a capa de lo superfluo para llegar a la verdad. Por eso cuando María baila lo hace con la danza aérea que la caracteriza pero también con un peso desusado, y esta vez elige un sencillo pantalón negro y una camiseta del mismo color, en lugar de los fantásticos trajes a los que nos tiene acostumbrados. Y por eso elige una toná y una malagueña para hablar del Miedo y del Amor ("Sola estoy ante el infinito / para inventarte, amor mío"). Quizá también por eso, al final, todas se entregan a una hermosa soleá: "... la esencia, el camino y yo".

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