Cultura

Traviesas muñecas del siglo veintiuno

Como es tradicional, tras el paso por Sevilla de los Reyes Magos de Oriente, el Teatro de la Maestranza programa uno de los títulos emblemáticos de la danza universal. Este año -sin orquesta en el foso- con una compañía de cuyo desarrollo ha sigo testigo a lo largo de los años. En efecto, desde aquel Festival de Itálica de 1993 celebrado en ese teatro, Víctor Ullate ha visitado periódicamente su escenario para satisfacción de sus muchos seguidores en esta ciudad. En realidad, el Ballet de Ullate es la única compañía estable de talla internacional que mantiene viva la danza clásica en nuestro país, si bien su apertura de mente -digno heredero de su maestro Béjart- y la formación que ofrece en su escuela-cantera hacen que sus bailarines puedan bailar distintos géneros, o mezclarlos sin prejuicios en beneficio de cualquier coreografía.

Y eso es lo que sucede con el ballet de Léo Delibes Coppélia, escrito a partir de un cuento de E.T.A. Hoffman -al igual que la posterior ópera de Offenbach- cuya versión clásica pudimos ver en enero de 2003 con el ballet de la Deutshe Oper de Berlín. La versión presentada por Ullate y firmada por el granadino Eduardo Lao -hoy director artístico de la compañía- reduce a dos actos los tres originales y nos sumerge en un ambiente de primitivo futurismo para contarnos una historia bastante bien estructurada y, sobre todo, muy sencilla y alejada de cualquier tipo de entresijo psicológico.

Para ello, además de convertir a la muñeca en un auténtico y atractivo robot, introduce, entre otros, a tres fregonas que, con sus diabluras, potencian el lado cómico y teatral a la pieza. Lo más interesante de la misma, sin embargo, no son los cambios argumentales sino la mecla de lenguajes que utiliza para dar vida a esas autómatas cuyos ritmos son a veces completamente independientes: mucho clásico, neoclásico, algo de contemporáneo y la pantomima aconsejable para privilegiar en todo momento la expresividad de los personajes.

Con unos bonitos trajes de Pedro Moreno -preciosos los tutús cobrizos de Coppélia- los bailarines demostraron energía y buena técnica, aunque es necesario reconocer también algunos fallos de conjunción en las escenas corales, más propios de un estreno que de una pieza de 2006.

Pero los mayores aplausos llegaron en la segunda parte, cuando la música de Delibes se llena de color localista y, en consecuencia, la escena recupera todo el brío y la fantasía necesarios para insuflar vida a la atractiva robot.

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