Cuarteto Ars Nova | Crítica
Remontar el curso de las décadas
'Manuel Torres'. Doble CD y libro 426 pp. Martín Ballester / Junta de Andalucía.
Manuel Torre (Manuel Soto Leyton, Jerez, 1878-Sevilla, 1933), conocido también como el Niño de Jerez, es uno de los cantaores más importantes e influyentes de la historia del flamenco. Es el cantaor más influyente de la posguerra española, a pesar de que falleció en 1933. Podemos decir que fue un adelantado a su tiempo. Torre muestra en estas placas un cante existencial, quintaesenciado, que conecta a la perfección con el estado del mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Los corazones estaban rotos y en la pena de la voz del Torre -en esta edición, rebautizado como Torres, con una s- muchos proyectaron sus dolores hasta las lágrimas. Y cuan necesarias eran estas lágrimas, con las cunetas llenas de carne de cañón. Representa el máximo de una estética que tuvo su continuidad en artistas fundamentales como Manolo Caracol, Antonio Mairena, Agujetas, Chocolate, Terremoto, Moneo, los Sordera, José Mercé y un largo etcétera. Es el cante dolorido, enojado y febril, iracundo, primario. Que alude a dos de las emociones básicas de los seres humanos como son la ira y la melancolía. Por eso Torre fue un maestro, entre otros estilos, de seguiriyas y soleares. Pero no sólo. Fue también un excepcional intérprete de la cartagenera de Chacón. Y de la del Rojo. También en las tarantas ha dejado huella el autor: hoy se habla del taranto de Manuel Torre. Aunque su cante por este palo se basa en los estilos jiennenses, tierra que visitó en numerosas ocasiones, su interpretación hizo mella.
También por malagueñas. La malagueña de La flor que amaba es otra de las cumbres de la discografía de Torre. Este cante ha sido atribuido, entre otros, a Chacón, Gayarrito, El Canario y el propio Torre. Sea quien sea su autor, o se trate de una obra colectiva, es una de las melodías más bellas del género.
El primero de los CD incluye la saeta de 1908 Por no saber lo que hacerle que supone un giro copernicano en el género, desde la saeta llana de El Canario Chico y El Mochuelo, que creará escuela. Aunque no es la saeta por seguiriyas definitiva, que terminará de configurar en los años 30 el Niño Gloria. De hecho El Mochuelo ya había introducido una serie de melismas en 1907 que marcan el camino de la saeta moderna. Pero el paso de gigante lo da Torre. Con la interpretación del jerezano queda ya fijada la saeta por seguiriyas en lo que se refiere al número de versos musicales. Se trata, por tanto, de un enorme paso adelante. Una obra maestra que, con todo, se remataría más tarde.
Confiere su enorme personalidad a todo lo que canta, incluyendo la célebre farruca en la que introduce detalles modales que son su seña de identidad.
La petenera de Torre es más ligera que la de la Niña de los Peines pero más densa que la del Mochuelo, está a medio camino y se puede estudiar su evolución a través de estas grabaciones.
También creó escuela en el fandango, con sólo dos grabaciones, ambas realizadas en 1928. Se trata de estilos onubenses que Torre hace a su personal manera y que se siguen cantando hoy con este sello en Jerez.
El cantaor creó también escuela en los tientos, basándose en la escuela gaditana. Todos los registros de este cante que hizo Torre, hasta ocho, datan de 1908, lo que habla a las claras de la popularidad del género en ese momento.
La labor de Manuel Torre en el cante por seguiriyas es una de las cumbres de la historia de la música. Fue el estilo que más veces registró, hasta en trece ocasiones. Además de recrear los estilos decimonónicos de Manuel Molina o el Loco Mateo, entre otros, creó al menos un estilo propio, basado en el de Molina. Lo grabó por vez primera en 1922 con motivo de los discos que se hicieron al calor del concurso de Granada. Torre lleva a cabo una labor de depuración y condensación del estilo decimonónico estableciendo un modelo de seguiriya que encontraría infinidad de seguidores, tanto en su tiempo como después. Esta labor de depuración la lleva también a otras variantes del género. Modélica es su versión de la seguiriya de cambio de Manuel Molina, en la que se aleja del estilo espectacular del momento para hacer un cante más íntimo y directo. Esta es la labor llevada a cabo por Torre, que hace de él un cantaor contemporáneo, cercano a nuestra sensibilidad de mujeres y hombres del siglo XXI que carecemos de tiempo para fruslerías y buscamos la esencia de las cosas.
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